Lo singular en las políticas públicas de salud. Abordajes clínicos y abordajes comunitarios

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Por Francisco Esteban  Ruiz
Responsable del CID (Centro de Investigación y Docencia) Santiago del Estero – franciscoruiz.psi@gmail.com
Realizaré algunas reflexiones teóricas que parten de mi experiencia laboral como psicólogo dentro del programa de salud social y comunitaria. Trabajo en un centro de salud que tiene a su cargo una población de vulnerabilidad socioeconómica. Mi orientación ética es el psicoanálisis, disciplina que no deja de brindarme recursos para el abordaje clínico y a la vez para la salida a la comunidad.
Es sabido por todos que la subjetividad contemporánea está atravesada por el rasgo generalizado de los pasajes al acto, la fragilidad del orden simbólico, y sus consecuencias en los cuerpos, agresiones y autoagresiones, a niveles que llegan hasta la muerte. Los motivos de consulta en el consultorio son, con creciente frecuencia, las agresiones entre niños en el ámbito educativo y las acciones delictivas de adolescentes que inician su etapa evolutiva.
¿Cómo hacer frente a estas demandas? ¿Qué respuestas posibles podemos realizar y que posición asumir? ¿Qué efectos tiene nuestra práctica?
Compartiré estas reflexiones y algunas experiencias, que me permitirán señalar los aciertos que en este sentido han tenido las políticas públicas en el campo de la salud mental. Por una parte, incluyendo en su plan de intervenciones la creación de espacios donde la palabra del sujeto pueda ponerse en juego, en transferencia con alguien que escuche e interprete su padecimiento. Un consultorio psicológico es el espacio fundamental. Por otra parte, lo que denominamos siempre como salida a la comunidad, donde el trabajo es generalmente de orden grupal, nos permite a los psicólogos establecer otro tipo de trasferencias, con otro encuadre, pero que posibilitan también la puesta en palabra de aquello que resulta insoportable para cada uno. Este encuadre comunitario tiene su impacto en una época donde el repliegue sobre sí mismo, el aislamiento, el corte con los lazos vinculares y con la palabra misma son fenómenos observables permanentemente.
En este sentido creo que debemos reconocer, y en los tiempos que vienen será necesario defender, la importancia de políticas públicas que alojen y soporten la singularidad. Si esto es así, si se soporta el caso por caso, podemos pensar a este tipo de políticas públicas como medios de protección del psicoanálisis. En este sentido plantea Miquel Bassols ** (2014) que el contexto de nuestro tiempo contemporáneo ejerce una presión constante, y esto exige al psicoanálisis elaborar nuevas respuestas posibles, ya que el Otro contemporáneo aumenta y aumentará progresivamente sus exigencias y sus condiciones para identificar, normativizar, regular, objetivar, lo humano y sus medios de existencia. (1)Punto 1. El eje clínico
Decíamos hace un momento que incluir la atención psicológica dentro de un programa de salud comunitaria era un acierto. Primero porque implica la posibilidad de que la intervención psicológica no se reduzca exclusivamente a intervenciones comunitarias o grupales, aunque estas tengan su valor y su importancia. Segundo, porque implica además que no se haya reducido el ámbito clínico a las practicas actuales como terapias educativas, ontológicas, o RR.HH. Se mantuvo afortunadamente, el espacio clínico de tratamiento individual, espacio que contiene un encuadre, un tiempo e intervenciones que son específicas. Y, por último, porque este espacio clínico de tratamiento caso por caso, posibilita el desarrollo de la clínica como algo distinto de la lógica mecánica de abordar el padecimiento sólo a través de psicofármacos, que sin negar también su importancia, no podemos dejar de observar el llamativo incremento de diagnósticos generalizados con la consecuente medicalización en niños cada vez chicos.
En este sentido el espacio clínico de nuestra práctica, a mi entender, encuentra su respaldo en la ley de salud mental 26.657, sancionada en el 2010, y que plantea en su artículo 3 lo siguiente: “…se reconoce a la salud mental como un proceso determinado por componentes históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.”
Este párrafo siempre me pareció muy importante. Solo comentaré, para terminar este eje sobre lo clínico, la cuestión de los “componentes históricos”. A mi entender, no es posible realizar una práctica clínica que aborde al sujeto en su singularidad, si no abordamos al sujeto en su historicidad. Jaques Lacan al principio de su enseñanza, plantea la importancia de la historia, cuando dice que la dimensión propia del psicoanálisis es la reintegración por parte del sujeto de su historia. La historia no es el pasado, dice Lacan, sino que es el pasado historizado en el presente. Se trata entonces en el análisis de reescribir la propia historia (2). En la actualidad, en un mundo donde las coordenadas empresariales y culturales de matriz capitalistas promocionan el “aquí y ahora”, la superación y la producción del si-mismo, nuestro espacio clínico sostiene sin embargo la dimensión histórica en las determinaciones del sujeto.
Es frecuente observar en el tratamiento clínico que cuando el paciente empieza hablar sobre su historia individual, desde ese momento empiezan a surgir aspectos que no habían sido reconocidos por el paciente, y que han producido una determinación de sus síntomas. Se producen, esto está constatado, efectos terapéuticos a partir de poder localizar algo de su propia historia, sobre todo cuando se localiza algo del inconsciente en esa historia.

Punto 2. El eje comunitario
El trabajo comunitario, como dijimos al principio, nos parece fundamental. Porque el mundo de hoy se caracteriza por la dificultad de establecer lazos sociales. Se observa una creciente exclusión social. Efecto de la lógica del mercado, que segrega. Segrega quiere decir que solo sobreviven los más aptos, los adaptados, los que se superan a si mismos, los exitosos. No es fácil la vida en un mundo donde las únicas opciones son o la explotación laboral o la falta de trabajo.
En este sentido el trabajo comunitario es fundamental. Ir al encuentro de ese sujeto, a su casa o en donde se encuentre, posibilitándole el acceso a servicios de salud de atención médica, psicológica, con las vacunaciones, con los asistentes sociales.

Conclusión
Para concluir, creo que el desafío para los que trabajamos en salud mental es hacer que el “para todos” de las políticas públicas no sea la normalización adormecedora de los psicofármacos, ni la exigencia robótica y autoritaria de comportamientos adaptativos, sino los arreglos particulares que cada sujeto hace para hacer la vida un poco más llevadera.


Referencias

(1) Miquel Bassols, (2014): XIV Asamblea General de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Recuperado de: http://www.wapol.org/es/articulos/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=26&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2732&intIdiomaArticulo=1
(2) Jacques Lacan: Seminario I: “Los escritos técnicos de Freud”. (1953 – 1954), Paidós