Por Omar Alejandro Olvera Muñoz |
Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad Xochimilco – psic.omar.olvera@hotmail.com |
Conocida como un componente esencial en nuestra personalidad (Formentí, 2008), la sexualidad manifestada en comportamientos, pensamientos, fantasías o deseos (Flores, 2007), se ha construido socialmente por un conjunto de creencias y prejuicios (Granados, 2013) sobre los usos que damos al cuerpo sexuado, éstos integrados e ideológicamente articulados a la cultura dominante de género, plantean el “deber ser” de los vínculos establecidos a través de la sexualidad. Por lo que al entenderla como una construcción social debe reconocerse que intervienen en su comprensión aspectos culturales conformados por la subjetividad de los grupos humanos (Salinas y Jarillo, 2013).Desde esta línea de investigación se plantea que la sexualidad ha sido abordada primordialmente desde el determinismo biológico, el cual argumenta una explicación del actuar humano localizado en las células o genes (Lewontin, Rose y Kamin 1991), estos últimos se piensa rigen todas nuestras pautas, estilos o acciones por estructuras biológicas innatas (Menéndez, 2001), dicho planteamiento ha encaminado se comprenda la sexualidad desde un único fin: la reproducción humana, imponiendo así, el relacionarse con personas del sexo opuesto como un “instinto natural” (Ortiz, 2005).
Es por lo anterior que la sexualidad pensada desde el determinismo biológico ha creado discursos basados en la organización anatómica (Foucault, 2000) y a partir de ello se construyen discursos verdaderos respecto al sexo (Foucault, 1977), el cual se ha convertido en uno de los fundamentos inmediatos para la reglamentación de la conducta humana (Granados, 2006), validando así una sexualidad que determina el actuar que corresponde a cada sexo y permita oprimir todas aquellas expresiones de la sexualidad que no estén basadas en la reproducción humana. Por otra parte, diversas instituciones del Estado como la familia, la iglesia, los espacios laborales o la escuela, contribuyen a reproducir dicha dominación (Bourdieu, 2000). Con respecto a la institución escolar se plantea se ha convertido en un espacio de reproducción de la cultura dominante al distribuir y legitimar el conocimiento acordes a los interés de la dominación (Giroux, 1985), lo anterior, en el caso de la sexualidad, genera que diversas disciplinas, como la medicina, psiquiatría, sexología o la psicología en su afán de continuar con el orden social legitimen la construcción de la sexualidad pensada desde el determinismo biológico. En el caso de la psicología se reconoce se encuentra sujeta al modelo capitalista, por lo que debe asegurar que la población sea apta al sistema ideológico dominante (Pavón-Cuéllar, 2012), con base en lo anterior aporta elementos para una construcción normativa de la sexualidad, por ejemplo, las poblaciones no heterosexuales han sido valoradas de manera negativa o pensadas como una enfermedad ocasionado para dicho grupo humano segregación, rechazo o ser blanco de discriminación debido a su orientación sexual. Ampliando lo anterior esta discriminación legitima prácticas violentas que no sólo impactan en la dignidad o en la salud sino también disminuyen el ejercicio de los derechos humanos y la participación social de la población no heterosexual, sobrevalora positivamente a la heterosexualidad por encima de cualquier otra orientación y construye una normativa del deseo sexual, es por ello que la población no heterosexual es considerada como anormal o patológica (Granados, 2014). Al respecto Canguilhem (1978) argumenta que lo patológico tiene que ser comprendido como una especie de lo normal, puesto que lo anormal no es aquello que no es normal sino aquello que es otra normalidad, sin embargo en el imaginario social, el contenido que se le da al término patológico resulta de una variación de la norma o una alteración de la normalidad, por tanto se valora de manera negativa aquello que es nombrado patológico. Por otro lado Ginsberg (2007), menciona que existe un criterio normativo en el que se establece parámetros determinados de normalidad y de éstos lo que este fuera es considerado anormal, por lo que disciplinas como la medicina, psiquiatría o la psicología ligan sus postulados a la clínica, la patología o lo orgánico (Meberak, De Castro, Salamanca, y Quintero, 2009) y por ende requieren hablar de enfermedad, anormalidad o patología. Lo anterior evidencia como el abordaje de la anormalidad desde disciplinas como la psicología conlleva un carácter valorativo, el cual busca etiquetar o catalogar diversos comportamientos, los cuales bajo la idea de la normalización requerirán ser intervenidos para ser regresados a la norma y en última instancia para mantener el equilibrio y orden social dominante. En suma, se considera prioritario que el abordaje de la sexualidad desde disciplinas como la psicología sea repensado en su complejidad, debido a que al ser un constructo social compuesto de diversos elementos, la gama de combinaciones resulta inmensa; por lo que las categorías existentes en la sexualidad ya no bastan para explicarla, no obstante al evidenciar que las categorías que se han creado son insuficientes para comprender la sexualidad se evidencia que las mismas han servido para estigmatizar a poblaciones como la mencionada. Además se muestra evidencia de como la psicología ha tenido un papel protagónico en la anormalización de la población no heterosexual, mediante la creación de teorías explicativas que catalogan como enfermedad las identidades no heterosexuales, aunado a esto, surge la necesidad de mencionar como la práctica social de diversos profesional profesionales se desenvuelve en una sociedad capitalista (Foucault, 1977a), en la cual el mantenimiento del orden social beneficia los intereses de la cultura dominante. Es por lo anterior que al normalizar aquellos comportamientos que no replican dicho orden, las profesiones focalizadas en la superación de las alteraciones individuales, como la psicología, emergen como parte de las profesiones que reproducen el orden social. Finalmente disciplinas como la psicología aportan elementos para la devaluación de la población no heterosexual, por lo que se requiere repensar el ejercicio profesional de la disciplina mencionada entorno a la sexualidad, así como la propia construcción de la sexualidad, pues ésta al ser pensada de manera heterosexual y cuyo fin es la reproducción, violenta no sólo a las personas no heterosexuales, sino también a las poblaciones que no buscan en el ejercicio de su sexualidad centrado en la reproducción.
Referencias Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. España. Anagrama. Canguilhem, G. (1987). Lo normal y lo patológico. México. Siglo XXI. Flores, D. J. (2007) La diversidad sexual y los retos de la igualdad la inclusión. Colección de estudios número 5. Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, México. Formentí, S. L. (2008) Educación sexual, adolescencia y sexualidad: diseño de proyectos. Argentina. Lugar Editorial. Foucault, M. (1977). Historia de la sexualidad. 1. La voluntad del saber. México. Siglo XXI. Foucault, M. (2000). Los anormales. Curso en el College de France (1974-1975). Argentina. Fondo de Cultura Económica. Ginsberg, E. (2007). Normalidad, conflicto psíquico, control social. Sociedad, salud y enfermedad mental. México. Plaza y Valdés. Giroux, H. (1985). Teorías de la reproducción y la resistencia en la nueva sociología de la educación: un análisis crítico. Cuadernos Políticos, 44. 36-65. Granados, C. (2006). La perspectiva de género en el estudio de los trastornos mentales y el trabajo. México. UAM-X. Granados, J. (2013). Salud en varones homosexuales de la CD. De México, contextos culturales y trayectorias individuales: Homofobia, sufrimiento psíquico y situaciones de riesgo para VIH-SIDA (2006-2007). (Tesis Doctoral). México. Escuela Nacional de Antropología e Historia. Granados, J. (2014). Normalización y normatividad de la homosexualidad: Una definición desde el esclarecimiento de las funciones sociales de la medicina. Salud Problema. 8(16) 88-102. Lewontin, R., Rose, S. y Kamin, L. (1991). No está en los genes. Racismo, genética e ideología. México. CONACULTA. Meberak, M., De Castro., A. Salamanca, M., y Quintero, M. (2009). Salud mental un abordaje desde la perspectiva actual de la psicología de la salud. Psicología desde el Caribe. 23. 83-112. Menéndez, E. (2001). Biologización y racismo en la vida cotidiana. Alteridades, 11(21) 5-39. Ortiz, H. (2005) Influencia de la opresión internalizada sobre la salud mental de bisexuales, lesbianas y homosexuales de la Ciudad de México. Salud Mental. 28(4). 49-65. Pavón-Cuéllar, D. (2012). Nuestra psicología y su indignante complicidad con el sistema: doce motivos de indignación. Teoría y crítica de la psicología, 2, 202–209. Salinas, A. y Jarillo, E. (2013). La confrontación de la sexualidad en la práctica profesional de los futuros médicos: la mirada de los pasantes de medicina. Ciência & Saúde Coletiva, 18(3), 733-742. |