Hamlet – de William Shakespeare. ¿Representación del ser? Locura y cordura

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Por Silvia A. Gutiérrez Urbani
Licenciado en Psicología – sagutierrezur@gmail.com

Lo que aparece a continuación es solo la interpretación de una magnífica obra literaria “Hamlet, Príncipe de Dinamarca”, interpretación manchada de subjetividades que tratará de dar cuenta de la contradicción del ser, de la dicotomía, de las individualidades denunciadas,  del famoso “to be or not to be”… de eso que nos representa.

No haré una interpretación literaria de lo que el autor escribió, solo me serviré de párrafos para departir mis ideas, y así lograr ir más allá de lo acostumbrado. 

“Ser o no ser: ¡he aquí el problema! ¿Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir…, dormir; no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un termino devotamente apetecible!  Morir…, ¡dormir! ¡Dormir! ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hallamos librados del torbellino de la vida ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio! Porque ¿Quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete? ¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo, después de la muerte (esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar viajero alguno) temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes…” 

…Párrafo maravilloso, que describe la tristeza en Hamlet ¿Que más se puede decir? ¿Si en estas estrofas está descrito tan detalladamente el deber ser y la muerte?

 ¡Ser o no ser! Esa es la cuestión       

Hamlet se encuentra posicionado en un lugar que angustia, queriendo vengar la muerte de su padre, que  murió en manos de su propio tío y sufriendo la indignación de ver a su madre viuda casarse con el hermano del difunto, a poco tiempo de fallecido. A pesar de ello se demora en actuar, en tomar venganza, y suceden hechos dramáticos a causa de su inacción. Pero lo que se marca en este ensayo es  lo que también nosotros sentimos, la polaridad del ser humano, la contradicción, El querer ser, pero condicionados por la sociedad, modelados por lo que ella nos vende, tallados a imagen de un ser deseado por el capitalismo.

Siempre el artista expresa en sus obras lo que siente, y ese sentir es sombra de las circunstancias que imperan en su tiempo, Shakespeare, genio dramaturgo, se encontraba en un período marcado por el individualismo, que junto con Cervantes en España, impregnaron sus trabajos con la realidad del momento.

Surgió una tesis de la impersonalidad, donde acusaba al dramaturgo de expresar sentimientos falsos en sus creaciones, pero la mayoría de los autores ven en sus dramas la misma tristeza. ¿Cómo no poder identificar al autor en sus obras? Si ello nos da la pauta de ese ser social que vive a través de sus escritos.

Somos articulados de enunciados socialmente producidos. En la actualidad, seguimos reglas sociales que nos proporcionan placer accediendo a el por la vía del consumo.

Pero el deseo bien entendido no es hacer obedientemente lo que el otro manda, sino lo que uno desea para realizarse, para ser feliz.

Cuando ahondamos en nuestra mente y escarbamos dentro de nuestro ser nos damos cuenta que nada tenemos, que somos solo una representación, un papel acorde a la cultura despótica, que necesita de nosotros y como fieles corderos, mansos en busca de  comodidades hacemos caso omiso a la desgracia que acaece. Y no hablo de lo que vemos en los ojos del mendigo, ni en la triste realidad del cartonero (escenario argentino que hoy representa la parte oscura del liberalismo) sino de la desgracia interna que nos lleva a dejar de ser para parecer. Dejar de amar para idolatrar a ese amo sin rostro, el capitalismo, que le da un nombre, le dio forma y un método para llegar a eso que creemos que nos hará feliz.

Violencia encubierta, fracaso de hombre que desesperadamente grita inconsciente por libertar, haciendo síntoma en lo que la carne simboliza, en lo que el síntoma expresa como verdad. 

El tener no es otra cosa que tratar de calmar la angustia de sujeto faltante, pero esa es la esencia del ser, somos sujetos insatisfechos, nunca lograremos saciar nuestro hambre. 

La pregunta es ¿como hacemos para despojarnos de las ataduras que no nos dejan? ¿Cómo hacemos para librarnos del mandato perverso sin sentirnos segregados? ¿Cómo hacemos para conciliar lo contradictorio sin tomar parte por lo que nos impide ser?

La respuesta no es simple, ni siquiera los eruditos pueden darla, pero hay que comenzar reposicionándose, denunciando la injusticia, hablando sin miedos, despojándose de las dudas que nos llevan a no actuar, dejar de ser corderos sacrificados por nuestra propia decisión, por nuestra propia terquedad.

Una de las cosas que aprendí a aceptar es este amor odio que llevo dentro, en realidad que llevamos todos, que creemos que no podremos conciliar, pero hay que intentarlo.

Se empequeñece la vida cuando compramos formatos armados por otros para vivir más cómodos, sin ni siquiera preguntarnos por lo que realmente queremos y podemos lograr.

¿Y qué de la locura?

Hamlet, se hace pasar por loco para averiguar si realmente su tío asesinó a su padre  y evitar su persecución. ¿Pero no es también una forma de evadir el sufrimiento? Muchas veces la verdad tiene estructura de ficción para no enfrentarnos con lo que duele.

Decía Erasmo de Rótterdam en su “Elogio de la locura”:

“Mi padre no me sacó de su cerebro como hizo Júpiter con su malhumorada Minerva,  yo tuve por madre a la ninfa de la juventud. Me dieron el ser los besos del amor. Mi lugar de nacimiento no es Delos, ni el mar, sino las islas afortunadas cuyo suelo produce los frutos más sabrosos. En ellas no se conocen el trabajo, la vejez ni la enfermedad, no se ven las plantas ordinarias, sino el ajo aure, la panacea…y como en los pensiles de Adonis, los jacintos embalsaman el aire.”

Pensar la locura como un paraíso es algo que nunca hacemos, la consideramos una enfermedad que atormenta al ser, nunca nos preguntamos si “el loco” como llamamos al que se comporta de manera no convencional, contrariando los mandatos,  los parámetros rígidamente establecidos… no es mas feliz que nosotros. ¿No es eso estar más cuerdo que loco?

Posicionémonos por un instante en ese lugar, interpretando a Erasmo, la locura es la juventud eterna, la despreocupación por la mirada del otro, no estar en la sociedad que atosiga, sentirse libre,  soberano, nacer del puro amor, tener de padres a la satisfacción, ah!… como anhelamos eso! Tal vez sea ese el modo de ser feliz.

Alguna vez leí “La Felicidad no es un destino, es el camino” y hay mucho de razón en ello, buscamos la superación en lo material sin saber diferenciar el exitismo del éxito. El éxito es  saber valorar lo que uno tiene y el primero son solo placeres momentáneos a los que se llega. En la decadencia de nuestra búsqueda interior contribuimos todos, y todos podemos ser colaboradores de  nuestra propia salvación. Salvación esperada no desde un Mesías sino de nosotros mismo, de no seguir descendiendo, caer en lo bajo y lo banal buscando solo el placer de lo material.

El hombre actual salta al vacío sin redes que lo contengan.

Hoy hay un empobrecimiento de las diferencias, somos masa, seguimos al rebaño, no nos detenemos a pensar sobre lo disímil. Existe un descreimiento generalizado por el poder que tenemos, sentimos que todo está perdido y a la vez lo contradictorio, que se nos permite cualquiera cosa.

La Ley está fallando, tenemos la impresión de que las ficciones han caído y son ellas las que nos permiten seguir.

Ante el empobrecimiento de lo simbólico, hay que repensar, recrear y sobre todo… actuar

Desde mi lugar puedo propiciar que las creencias, las ficciones se restituyan, pero necesito del hombre pensante, que crea que se puede, que quiera poder y que busque ser en vez de parecer.