Por Alfredo Basualdo |
Licenciado en Teología, Licenciado en Filosofía – alfredobasualdocarbone@gmail.com |
Evangelio de la creación Francisco tiene actitudes cristianas que se plasman en la encíclica; estas actitudes tienen su fundamento en convicciones profundas que surgen de la fe[1]. En el capítulo dos, que lleva el título de este apartado, se exponen esas convicciones. Lo que sigue es una exposición de su contenido. Es conveniente nota que la argumentación del Papa se basa en la Palabra de Dios. En efecto, se puede encontrar citas de otros documentos de la Iglesia, pero la totalidad del discurso lleva la impronta bíblica. Este hecho facilita su la lectura popular y la discusión ecuménica del mismo. En el texto se distingue los conceptos de creación y naturaleza. Este último es entendido generalmente como “un sistema que se analiza, comprende y gestiona”[2], mientras que el primero implica mucho más, se trata de “…un don que surge de la mano abierta del Padre de todos”[3]. Es decir, la creación no procede del caos sino de una decisión cuya motivación se entiende desde la lógica del amor; Dios decide crear porque ama[4]. Si la creación se entiende como un don, si se trata de “…una realidad iluminada por el amor…”[5], entonces a ese don sólo podemos responder mediante la auto-donación, por eso el amor de Dios sobre la creación nos convoca a la comunión con todo lo creado[6]. El plan de Dios incluye la creación del hombre y de la mujer; y como todo lo creado cada ser humano es creado por amor; gracias a ese amor se puede encontrar “…la infinita dignidad de cada persona”[7]. En el libro del Génesis se reconocen en los seres humanos tres relaciones fundamentales conectadas entre sí, ellas son: con Dios, con el prójimo y con la tierra. Pero estas relaciones se rompieron a partir del pecado. El pecado consiste en querer ser como Dios y no reconocerse como criaturas limitadas. Una de las consecuencias de esta falta es la ruptura de la relación armoniosa de los seres humanos y el medio ambiente lo cual terminó desnaturalizando el mandato de dominar la tierra[8]. Francisco escucha atentamente una acusación que con frecuencia se hace a los cristianos según la cual el mandato bíblico de dominar les lleva a explotar la naturaleza salvajemente. Para responder a esta cuestión él pide ante todo disponer de una hermenéutica adecuada que nos permita interpretar los textos de las Escrituras. Esta posición lo conduce a interpreta Génesis 1, 28 no aislado sino en relación con el versículo 2,15; allí interpreta “labrar” como trabajar o cultivar y “cuidar” como preservar, custodiar. Así puede concluir que no el mandato divino de dominar no se debe interpretar como un dominio despótico sobre la creación y sus frutos. Por eso puede afirmar que “cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras”[9]. La argumentación bíblica sigue adelante mencionando dos relatos bien conocidos. El primero de ellos ha dado que pensar a la humanidad a lo largo de la historia; se trata de la narración de Caín y Abel. Francisco cita la historia de los hermanos con el fin de explayarse sobre las consecuencias del pecado sobre las relaciones de los seres humanos. En efecto, allí muestra cómo una vez rota la relación fraternal quedan afectadas también la relación con Dios, con la naturaleza y con nosotros mismos[10]. La segunda narración, la de Noé, la recordada por dos motivos. Por un lado, le sirve para afirmar que una vez que entra el pecado en la historia queda amenazada no una parte sino toda la vida[11]. Por el otro, utiliza el texto para anunciar la salvación que Dios siempre ofrece; se trata de “un nuevo comienzo”[12]. Dios no se deja vencer por el pecado[13]. Por otra parte, en la encíclica la historia de Noé sirve también para introducir la cuestión del respeto por los ritmos de la naturaleza; lo cual dará lugar a la mención de tres instituciones importantes en la Biblia como son el sábado, el año sabático y el jubileo. De tal modo que partiendo de la idea del descanso llega a sostener dos ideas importantes; ellas son que: “…esta legislación trató de asegurar el equilibrio y la equidad en las relaciones del ser humano con los demás y con la tierra donde vivía y trabajaba… (y que) era un reconocimiento de que el regalo de la tierra con sus frutos pertenece a todo el pueblo”[14]. En este capítulo Jesús es mencionado en dos secciones: “el misterio del universo” y “la mirada de Jesús”. Allí, él es presentado en dos facetas, su realidad histórica y gloriosa. En cuanto a la primera, el texto recuerda que Jesús siguió la misma línea de la fe bíblica en Dios creador, aunque puso el acento en la paternidad de Dios[15]. Su vida estuvo marcada por la armonía con la creación y con los demás[16]. Por esta razón le fue posible enseñar aquello que vivía personalmente: la contemplación de la belleza de la creación[17]; Finalmente, afirma que en su vida sencilla dedicada al trabajo descubrimos su relación positiva con el cuerpo, la materia y las cosas de este mundo[18]. También el texto nos presenta lo que descubrimos sobre Jesús a partir de su resurrección. En efecto, Cristo resucitado ya alcanzó la plenitud hacia la cual todo el universo marcha[19] y recuerda que el prólogo de evangelio de Juan muestra su actividad creadora como Palabra de Dios; por esta razón, “desde el inicio, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el misterio de Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural, sin afectar por ello su autonomía”[20] y al final de los tiempos será el quien entregue todas las cosas al Padre[21]. Si bien el pensamiento tiene un marcado acento bíblico en “El evangelio de la creación” es posible encontrar algunas frases que van más allá. Se trata de ciertas afirmaciones de naturaleza muy diversa. Entre ellas hay algunas cuyo perfil es metafísico, como aquella en la que se sostiene la supremacía del ser sobre el ser útil[22]. También aquí se encuentra una afirmación de carácter histórico: “…el pensamiento judeo-cristiano desmitificó la naturaleza[23]. Además, el texto incorpora conceptos que provienen de la ciencia como el de “sistemas abiertos” para indicar cómo está formado el universo y para reconocer que el ser humano es una novedad no explicable por la evolución de este tipo de sistemas[24]; también se encuentran conceptos pertenecientes a la doctrina social de la Iglesia como es el de “hipoteca social” cuando explica el principio de subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes[25]. Esta diversidad de lenguajes utilizados lleva a pensar que en la encíclica es notable el esfuerzo de diálogo con otros saberes, si bien el pensamiento se apoya en la Palabra de Dios. Una visión de fe no nos presenta sólo quién es Dios sino también quién es el hombre. Por eso se aclara que hemos sido creados por amor mediante una intervención directa de Dios[26] y que como el amor invita a la comunión somos llamados a ella[27]. Es por esto que en forma continua el texto recordara nuestro compromiso y responsabilidad[28]. La espiritualidad ecológica Ya desde la introducción de la encíclica se anuncia la posibilidad de una espiritualidad ecológica. En efecto, allí se encuentra una pequeña memoria referida a la creciente preocupación de los papas por el cuidado de la casa común en la que se recuerda la propuesta de una “conversión ecológica global” realizada por Juan Pablo II[29]; a esta memoria se añade las reflexiones sobre el mismo tema del Patriarca de Constantinopla[30]. Pero, es en el último capítulo donde específicamente se trata del tema. En efecto, éste inicia su reflexión con la apuesta por una educación cuya característica será la capacidad de generar un cambio de actitud en la humanidad en lo referente a las cuestiones que afectan al cuidado de la creación. La idea de cambio es la que sirve de nexo lógico entre el tema de la educación y la espiritualidad. Esta última será el aporte específicamente cristiano al cambio de actitud que es necesario generar en los seres humanos; se la considera allí como un “…aporte al intento de renovar la humanidad”[31] y es propuesta para los cristianos pues nace de las convicciones de la fe, ya que el Evangelio tiene consecuencias en la forma de “pensar, sentir y vivir”[32]. ¿Qué es esta espiritualidad ecológica? Según la encíclica ella es, en primer lugar, fruto de un encuentro con Jesús y, en segundo lugar, de haber permitido desarrollar las consecuencias de ese encuentro. En esto hay coincidencia con el planteo de Gutiérrez al que me referí en la introducción de este escrito. En efecto, para este autor no es posible una espiritualidad que se pueda llamar cristiana sin un encuentro con Jesús; y mientras que la encíclica se refiere a desarrollar consecuencias de ese encuentro, Gutiérrez habla de reordenar los ejes de la vida cristiana. Ahora bien, lo que caracteriza a esa espiritualidad como ecológica es el hecho de que ella se genera en el encuentro con Jesús “…en las relaciones con el mundo que los rodea”[33] Esta espiritualidad es capaz de generar actitudes que fueron resumidos en la lista que sigue: a- gratuidad y gratitud: esto implica reconocer que el mundo es un don que proviene del amor de Dios; b- renuncia y gestos generosos; c- conciencia de no estar desconectados de las demás creaturas: es la consecuencia del reconocimiento de que el Padre nos ha unido a todos los seres y por lo tanto estamos invitados a vivir en comunión con todos ellos; d- creatividad y entusiasmo: ofreciendo a Dios la oblación de nuestras obras[34]. Estas actitudes están motivadas por las convicciones de la fe las cuales, en este capítulo, son resumidas de la siguiente manera: el reconocimiento de cada creatura como reflejo de Dios, la conciencia de que Cristo ha asumido en sí este mundo material y que todo lo creado tiene un orden y dinamismo otorgado por Dios el cual no podemos desconocer[35]. Creo que además de las actitudes mencionadas en la descripción de la espiritualidad ecológica la encíclica presenta algunas notas importantes. Ellas son: Una visión positiva ante la vida y sus problemas; concretamente en las cuestiones que hacen al cuidado de la creación esta nota de la espiritualidad ecológica llena de esperanza y estimula las acciones. Se la puede percibir en el texto en numerosas afirmaciones como estás: “es tanto lo que sí se puede hacer”[36] o “¡Basta un hombre bueno para que haya esperanza!”[37]. En la encíclica se rescata el valor de lo pequeño y de las pequeñas acciones cotidianas. Se invita a aprender a gozar y agradecer lo pequeño sin apegarnos a lo que tenemos[38]. Las pequeñas acciones evitan caer en la desilusión ante la magnitud de la tarea y las dificultades que hay que enfrentar frente a los escasos resultados que logran concretarse. Teresa de Lisieux es presentada como ejemplo de este pequeño camino del amor[39]. Además, recuerda el texto que gestos de amor se expresan también en el ámbito civil y político a través de “…todas las acciones que procuran construir un mundo mejor”[40] Otra nota importante es la invitación a vivir la virtud de la pobreza; ésta es presentada en forma indirecta ya que se llama a los cristianos a aprender a vivir con sobriedad, a descubrir que se puede “gozar con poco” y a un “retorno a la simplicidad”. Estas actitudes permiten agradecer las posibilidades que la vida ofrece[41]. Por último, la encíclica invita a “estar plenamente presente”; se trata de vivir cada momento como don divino. Aquí se afirma que Jesús nos enseñó esta actitud con su ejemplo[42]. Además, esta actitud evita el peligro del activismo[43]. Observaciones sobre la Encíclica
Uno de los logros de la encíclica es su actitud dialogante. En ella se invita a participar en un diálogo con el fin de buscar consensos que permitan el cuidado de la casa común y una comunión con todo el creado que incluya los seres humanos en sus distintas situaciones. El mismo texto por su parte muestra esta apertura al diálogo cuando en actitud de escucha tiene en cuenta los aportes de la ciencia y las consideraciones que sobre el tema han manifestado distintos sectores de la sociedad y de la Iglesia tanto del pasado como del presente. En cuanto a la ciencia no se mencionan personas en el documento, pero si encontramos un vocabulario específico bastante amplio. Por lo que considero que en el proceso de formación del texto posiblemente hubo intercambio de opiniones con especialistas en ese campo. Hay otros que si se encuentran mencionadas[44]. En primer lugar, los papas anteriores; lo cual es una costumbre en este tipo de textos. Sorprende la mención del Patriarca de Constantinopla. También se encuentran mencionadas una gran cantidad de conferencias episcopales nacionales, regionales o comisiones especiales. Luego le sigue la mención de algunos teólogos y filósofos[45] y finalmente Eva de Vitray-Meyerovitch[46]. Ahora bien, esta lista tiene un perfil definido. La invitación al diálogo está dirigida a todos. Sin embargo, en el texto quienes comparecen son en su mayoría obispos y una minoría de sacerdotes; mientras que la mención de la intelectual francesa musulmana constituye una excepción.
Una encíclica es un documento papal. Sin embargo, no es aventurado pensar que es fruto de un trabajo en equipo. Nunca se dirá públicamente y sin embargo parece difícil que una sola persona pueda tener tanta información de diversa índole. Ahora bien, pienso que el trabajo en equipo es la causa por la cual en el texto haya ciertos desniveles. Personalmente hay un tema que no tiene la misma importancia a lo largo del texto. Me refiero a la preocupación por el pobre; no toda la encíclica muestra el mismo interés por él. Este apartado está dedicado a mirar con detenimiento el capítulo segundo, allí encontramos las motivaciones de fe de los cristianos. También seguiremos de cerca el capítulo sexto, dedicado a la educación y la espiritualidad ecológica. En ambos, veremos cuál es el lugar de la opción por el pobre. En el evangelio de la creación encontramos en la mayor parte del capítulo la preocupación por el pobre. Desde el número 64 en el que se menciona el cuidado de los hermanos y hermanas más frágiles hasta la afirmación de que un veinte por ciento de la población mundial consume recurso robando a las naciones pobres en el número 95. El pobre ocupa un lugar importante en el discurso. Sin embargo, en “La mirada de Jesús” el pobre desaparece del horizonte. En efecto, allí Jesús es presentado en armonía con la creación[47], con una gran capacidad de contemplación[48] y en una buena relación con el mundo material[49]. Pero nada se dice sobre su relación con el pobre. Al texto le faltó afirmar por ejemplo que Él vino a anunciar la liberación a los pobres, ni que no nació entre los poderosos de su tiempo. De modo tal que la preocupación manifiesta por la situación del pobre queda sin un fundamento en la vida de Jesús. En cuanto al capítulo sexto, el tema del pobre no ha desaparecido, pero no se encuentra entre las preocupaciones más importantes. Es notable la diferencia con el capítulo quinto; allí, en las líneas de acción, se plantean en forma conjunta “preservar el ambiente y cuidar a los más débiles”[50]. Además, es notable la preocupación por superar las desigualdades producidas por la ambición y el desequilibrio del poder[51]. Mientras que, en el último capítulo, en el que la preocupación es la educación para el cambio y el aporte de los cristianos desde su espiritualidad; allí, si bien no se pierde la visión holista si se nota que los débiles no tienen un lugar especial. Solo son mencionados en cinco ocasiones si excluimos de esta suma las oraciones con que concluye la encíclica[52]. Además, cuando se menciona como virtud la “serena atención” se afirma que Jesús “…estaba plenamente presente ante cada ser humano y ante cada creatura”[53]. Con lo que no se pierde la visión holista pero los más débiles quedan supuestos en la mención de “cada ser humano”. Por estas razones me parece que en este capítulo pierde fuerza la opción por los pobres. Conclusión: Después de este recorrido por la encíclica llego a las siguientes conclusiones. En primer lugar, la espiritualidad ecológica no es una teoría propuesta para ser aplicada posteriormente; ella se basa en la experiencia de los cristianos del encuentro con Jesús en las relaciones con el mundo circundante. En segundo lugar, la visión holista permite que se enriquezcan mutuamente la doctrina social de la Iglesia con la espiritualidad cristiana. Además, con relación a las actitudes que señalamos en el texto puedo inferir lo siguiente: en relación al tema del diálogo que es propuesto como método para enfrentar los problemas ecológicos, se ve muy sesgado en la práctica. La encíclica no procede de la manera que ella misma requiere de los demás. Por otra parte, la encíclica, a pesar de su manifiesta opción por los pobres, no presenta una relación explicita entre la misión de Jesús y la liberación de los marginados. Por último, la visión holista se encuentra presente en toda la encíclica. De modo que ya no será posible que una vida espiritual basada en el seguimiento de Jesús implica no sólo el cuidado de la naturaleza sino también la atención de los hermanos y hermanas más desfavorecidos. Bibliografía: Documentos:
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html
Textos de consulta:
CITAS: [1]Ibíd.: N° 64. [2]Ibíd.: N° 76. [3]Ibíd.: N° 76. [4]Ibíd.: N° 77. [5]Ibíd.: N° 76. [6]Ibíd.: N° 76. [7]Ibíd.: N° 65. Aquí pueden encontrar un fundamento desde la fe quienes se dedican a la defensa de la dignidad de las personas según la encíclica. [8]Ibíd.: N° 66. [9]Ibíd.: N° 67. Este pensamiento es confirmado en la misma encíclica por en N° 82 donde se afirma que “…sería equivocado pensar que los demás seres vivos deban ser considerados como meros objetos sometidos a la arbitraria dominación humana” y por el N° 68 en el cual, hablando sobre el descanso sabático, se niega que la Biblia sostenga un “antropocentrismo despótico”. [10]Ibíd.: N° 70. Aquí se agrega la relación “consigo mismo” que no había sido mencionada en la lista de relaciones anteriormente mencionada. [11] “Cuando todas estas relaciones son descuidadas, cuando la justicia ya no habita en la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida está en peligro”. Ibíd.: N° 70. [12]Ibíd.: N° 71. [13] En realidad, en la encíclica no se tiene en cuenta que también en el relato de Caín y Abel hay un anuncio de salvación. En efecto, allí se indica que Caín portará una marca que lo protegerá de quienes deseen matarlo (Génesis 4, 15). [14]Ibíd.: N° 71. [15]Ibíd.: N° 96. [16]Ibíd.: N° 98. [17]Ibíd.: N° 97. [18]Ibíd.: N° 98. [19]Ibíd.: N° 83. [20]Ibíd.: N° 99. [21]Ibíd.: N° 100. [22]Ibíd.: N° 69. [23]Ibíd.: N° 78. Entiende el texto que desmitificar significa dejar de atribuir carácter divino a la creación sin por ello dejar de admirarlas. [24] Cf. Ibíd.: N° 79; 81. El concepto de “sistema abierto” proviene de la termodinámica y se refiere a un sistema que, en contraposición con otro cerrado, posee diversas posibilidades de transformación, de manera que su comportamiento futuro no se encuentra determinado en el anterior; es comunicable con otros sistemas, y su situación terminal es diferente de la inicial (Cf: García-Murga, José Ramón: 1991). Más allá del capítulo dos la encíclica en general utiliza otros términos propios del lenguaje científicos como son: “microorganismos”, “partículas subatómicas”, “salto cuántico”, etc. (Cf: Capra, Fritjof: Laudato Si…) [25]Ibíd.: N° 93. [26]Ibíd.: N° 81. [27]Ibíd.: N° 76. [28]Ibíd.: N° 68, 78, 80, 90, 95. [29]Ibíd.: N° 5. [30]Ibíd.: N° 7, 8 y 9. [31]Ibíd.: N° 216. [32]Ibíd.: N° 216. [33]Ibíd.: N° 217. [34]Ibíd.: N° 220. [35]Ibíd.: N° 221. [36]Ibíd.: N° 180. [37]Ibíd.: N° 71. La nota se refiere al libro del Génesis donde Dios toma la decisión de salvar la creación teniendo en cuenta que Noé es un hombre bueno. [38]Ibíd.: N° 222. [39]Ibíd.: N° 230. Cf: 211; 213. [40]Ibíd.: N° 231. [41]Ibíd.: N° 222, 223 y 224. [42]Ibíd.: N° 226. [43]Ibíd.: N° 237. [44] Para confeccionar esta lista he omitido la mención de todos los que vivieron antes del siglo XX ya que su experiencia de vida está muy alejada de la problemática actual cuyo tema la encíclica trata; por lo que quedan excluidos Dante Alighieri y los Santos, entre los cuales se encuentra Teresa de Lisieux, única santa mujer que sin embargo ocupa un lugar relevante en el texto. [45] entre los cuales el único que actualmente vive es Juan Carlos Scannone, jesuita argentino. [46] (1903-1999). [47]Ibíd.: N° 98. [48]Ibíd.: N° 97. [49]Ibíd.: N° 98. Cf N° 96. [50]Ibíd.: N° 198. [51] Cf: N° 170, 172, 175, 176, 180, 183, 190, 196, 200. [52]Ibíd.: N° 214, 232, 237, 241, 243. [53]Ibíd.: N° 226. |