Por Santiago Heredia |
Psicólogo UCSE. Integrante Fundación Sigmund Freud en Tucumán – Santyheredia88@gmail.com |
Intentaré en este trabajo responder a la siguiente pregunta: ¿Que será el Nombre del Padre para el psicoanálisis? Una respuesta inicial es que el Nombre del Padre es un significante; y el significante es lo que representa a un sujeto, para otro significante. Este significante primordial, es el que debe inscribirse como legalidad, ya que posibilitará a un sujeto el reconocimiento de lo prohibido y lo permitido. Un sujeto adviene al mundo simbólico, cuando es atravesado por el lenguaje. En éste baño del lenguaje, se inscribe una legalidad. La función del padre como ley, ingresa desde el momento en que el niño es hablado, es atrapado por el sistema del lenguaje. Ya que el Otro que dona significantes, se encuentra también atravesado por la ley. El Padre se inscribe como función, como nombre, está en el plano de lo simbólico. A su vez ésta inscripción presenta fallas, estructurales por cierto. Buscaré dejar en claro las funciones del padre como enunciador de la ley y las fallas en su enunciación. Trataré de mostrar qué pasa cuando la versión del padre en ciertos sujetos falla, y no cumple su función de enunciar la ley. También será necesario pensar cuales son las posibilidades en esos casos. ¿Se puede inscribir cierta legalidad en sujetos psicóticos donde el significante Nombre del Padre está forcluido? A partir de la observación de un grupo de psicoterapia de pacientes psicóticos, creo posible dejar en claro como es la intervención de un analista en la clínica de la psicosis. Plantear una versión del Padre, allí donde hay una falla en la estructura, es posible y la clínica lo demuestra. ¿Qué es el Nombre del Padre? Lacan plantea el concepto de Nombre del Padre y propone que éste es, como decía anteriormente, un significante que inscribe la ley. El significante que permite abrochar los tres registros que constituyen la subjetividad humana (real, simbólico e imaginario). Podríamos decir también que es lo que permite a un sujeto amarrarse al mundo simbólico. Permite no des-anudarse de la escena del mundo. Ya que el significante permite al sujeto constituirse como tal, y armar diferentes versiones (del padre) que le permiten andar por la vida. Es importante plantear lo que Lacan quiere decir con esto. Se trata del Padre como nombre (Nombre del Padre), el padre como aquel que nombra y enuncia. Pero, ¿Qué es lo que enuncia? La ley. Enuncia lo prohibido y lo permitido, dándole al sujeto filiación y genealogía. La Dra. Elmiger en su ficha de cátedra “La función del padre como enunciador de la ley y sus fallas en la enunciación” nos propone: “La función del Padre: Prohíbe incesto y parricidio; inscribe la castración y la represión; anuda el deseo a la ley; prohíbe la satisfacción, promueve el deseo insatisfecho; posibilita un destino sexuado; inscribe al sujeto en la genealogía; instaura el pacto con el padre muerto; posibilita el intercambio y el lazo social; promueve las sustituciones; posibilita la exogamia; y sirve de orientatio en la clínica diferencial de neurosis y psicosis” . Al inscribirse el significante, muchas cosas al sujeto le son posibles. Pero esto no es sin fallas, puesto que el padre tiene muchas caras, muchos nombres, muchas versiones. La versión del padre como enunciador de la ley posibilita todo lo anteriormente dicho, pero también se encuentran presentes las fallas en esa misma enunciación. Siguiendo a la Dra. Elmiger, “La falla de la enunciación: Remite al residuo inasimilable del padre; impele, desde el mandato, a gozar; rompe la cadena significante (irrupción del silencio pulsional); Des-anuda el lazo que une el deseo a la ley; somete al sujeto al destino como mandato; rige más allá del principio de placer; y es heredero del Ello y Eco del castigo de castración”. Podemos decir entonces que el padre como nombre o mejor dicho el Nombre del Padre (significante), presenta dos caras, su función de enunciador de la ley, y su falla en la enunciación, esto no es sin consecuencias para el sujeto. Pero es necesario dejar en claro que son versiones del Padre, caras, presentes en todo sujeto. Nombre del Padre en la psicosis ¿Qué ocurre cuando el significante Nombre del Padre no se inscribe? Es necesario pensar esto, ya que allí no son posibles las diferentes versiones del Padre. Cuando hablamos de la ausencia del significante nos remitimos a la forclusión del mismo, nos remitimos entonces a la estructura psicótica. Ahora pensemos de qué manera se inscribe el Nombre del Padre en el niño, tomando en cuenta los tiempos de la constitución subjetiva. Lacan habla de los tres tiempos del Edipo, donde debe producirse La metáfora paterna. ¿Qué quiere decir esto? Que en el lugar del significante del Deseo de la Madre, pueda aparecer el significante Nombre del Padre, para legislar la relación del niño con la madre. Dice Élida Fernández: “[…] es necesario que el Nombre del Padre, venga a suplir el Deseo de la Madre, marcando para este deseo otro objeto que el propio niño. Inscribe el significante de la falta en el niño, lo desata de ese lugar donde solo el deseo materno le daría un significado, para lanzarlo a la metonimia deseante” En la psicosis, este significante falta, está ausente, forcluido. Que esté forcluido quiere decir que, si no se inscribió la ley, el sujeto pierde su dimensión de tal. Lo que esta ausencia del significante produce en los sujetos psicóticos es que se encuentran a merced del Otro, que los goza como un Amo. Y el sujeto, que ya no es tal, queda como un mero objeto del Otro que responde como un esclavo ante los pedidos del mismo. Tampoco pueden abrochar significantes, todo se vuelve signo, y no es posible metaforizar. En relación a esto, la forclusión del significante, Lacan en el Seminario V plantea: “[…] supongan simplemente que esté verworfen todo lo que, de cualquier forma, puede corresponder en el Otro a ese nivel que llamo el del Nombre del Padre, el cual encarna, especifica, particulariza, lo que acabo de explicarles, a saber, representar en el Otro al Otro en tanto que le da su peso a la ley. […] si suponen ustedes […] que este significante está ausente, verán ustedes que los dos vínculos que he enmarcado aquí, a saber la ida y vuelta del mensaje al código y del código al mensaje, resultan de esta manera destruidos e imposibles” Para ser un poco más claro me parece pertinente tomar fragmentos del discurso de pacientes psicóticos, que asisten a un grupo de psicoterapia, en una institución psiquiátrica donde realicé una pasantía. R comenta que tiene un inconveniente con su hermana, su pieza tiene una gotera y esto le produce mucho malestar ya que es posible que se enferme o también que se produzca algún inconveniente en relación a los artefactos eléctricos. Comenta que su hermana no le presta atención a su reclamo. Ante la intervención de la analista del grupo, donde se le pregunta si le parece bien la respuesta de su hermana, R siempre responde: “Pero ella no tiene tiempo, ella es buena conmigo, me compra las cosas de higiene personal”. En su discurso se escucha la imposibilidad de castrar a ese Otro que lo goza, siempre marca su enojo con la hermana, pero inmediatamente la justifica. La ubica siempre en el lugar del saber, también dice muchas veces: “ella no puede equivocarse, es profesora”. Es muy interesante como aparece este Otro que todo lo sabe, al que es imposible barrar. Podemos ver aquí que no hay una legalidad inscripta, ya que este Otro se sirve de él, él es su objeto, le usa su dinero, y él no puede (un neurótico podría preguntarse, dudar, y hasta decir algo) de ninguna manera percibir que es lo prohibido y lo permitido con ese Otro. Lo que ocurre en la psicosis es que hay una falla en la enunciación de la ley, la ley solo falla y no funciona. El Otro del psicótico tiene la cara amenazante del Padre. Es imposible pensar una versión amable de ese Otro, pues está el sujeto a merced de su goce, esta ahí para cumplir con lo que él le pide. No hay un Nombre del Padre, que marque lo que es posible y lo que no, un Nombre que diga basta a ese goce. Lo posible: las versiones Es importante pensar cuales son las intervenciones posibles de un analista en estos sujetos, donde ese Otro amenaza. No solo pensar lo que posibilita el analista, sino también pensar lo que la institución ofrece como espacio, para armar otra versión de ese Otro. El grupo de psicoterapia funciona con 10 pacientes, la mayoría psicóticos, que asisten al sector clínica de día de la institución (solo van por las mañanas, no están internados). Una de las actividades de este sector, es el grupo, que tiene un horario, un día, un tiempo, una legalidad. Esto produce efectos en el grupo, que está conformado hace aproximadamente 10 años. Dentro del grupo, hay una coordinadora, una psicóloga que desde su lugar intenta apaciguar ese goce del Otro que aparece en el discurso de los pacientes. Ante el discurso de una de las pacientes, M. A., que dice: “Yo no falté hoy, porqué Ud. se iba a enojar licenciada”, la analista intenta aclarar que es un espacio de todos. Que es su lugar y que allí se los estará esperando, pero siempre puede ocurrir alguna eventualidad como por ejemplo que estén enfermos. Se trata de posibilitar un espacio donde ese Otro no sea tan amenazante, donde ese Otro no los goce, se trata de armar otra versión. Inscribir una legalidad marcando tiempos, espacios, días, también el respeto por el compañero y por los turnos para hablar. Se trata de que el espacio posibilite una legalidad, que falla en la estructura, sin dejar de pensar que siempre algo es posible en la psicosis. Que el Nombre del Padre falla, se puede escuchar en el discurso de los pacientes. A partir de ello se trata de intervenir marcando un encuadre, marcando también que el espacio es un lugar donde estos sujetos pueden alojarse, y dando una versión del Nombre del Padre, que posibilite a estos sujetos apaciguar ese goce de sus Otros, que son imposibles de castrar. Se trata de inscribir una legalidad allí donde no la hay. Posibilitar otra versión, otro Nombre para el Padre. A modo de conclusión El Padre es un nombre, enuncia una legalidad. Enuncia, pero al mismo tiempo falla. Son diferentes versiones del Padre, dos caras de la misma moneda. Esto permite al sujeto amarrarse al mundo, sostenerse en la escena y no caer. Hay ciertos sujetos donde este Padre no nombra la ley. En ellos, los sujetos de estructura psicótica, hay una forclusión del significante, una ausencia de mismo, lo que hace que queden como objetos del goce del Otro. A lo largo de este trabajo la invitación fue a pensar qué es posible allí donde el Nombre del Padre falla. Un espacio de psicoterapia en una institución psiquiátrica, que inscribe ciertas legalidades, es una posibilidad para estos sujetos, de armar otra versión de ese Padre, que solo se presenta como amenazante y gozador. Esto permite un nuevo nombre, una versión diferente a lo que se les presenta a estos sujetos como única opción. Pensar qué es lo posible en la psicosis, qué es lo posible cuando el Nombre del Padre falta, es algo que me parece fundamental para todo profesional que sostenga el psicoanálisis. Bibliografía – Elmiger, María Elena. Ficha de cátedra: ““La función del padre como enunciador de la ley y sus fallas en la enunciación”. |