Por Lucas Cosci |
Alberto Tasso es un intelectual de perfiles múltiples que con la misma pasión ha ejercido su tarea de sociólogo como su vocación de escritor, su talento de pintor como su voluntad de editor. Su contribución a la cultura de Santiago es el resultado de amplias convergencias. Accedió a una entrevista con trazos en su casa de la calle de Los Fresnos, adonde funciona la biblioteca popular Amalio Olmos Castro. Allí, bajo la sombra de los árboles y entre los cantos de los pájaros, dialogamos sobre un espectro muy variado de temas. Desde su pasión como investigador social, su escritura, su pintura, sus intereses como editor y otras preocupaciones vinculadas a la realidad cultural de Santiago del Estero.
El sociólogo A. T.: Construí un poco mi identidad profesional en torno a la sociología. Ese ha sido el eje. Vine a Santiago con esa profesión o disciplina, todavía sin haberme recibido. Pero ha sido la principal apuesta y luego se liga con toda la actividad académica y de investigación. Pero las trayectorias de la vida son como un árbol que tiene varias ramas y las ramas crecen incesantemente. Hay algunas que en mi caso vienen desde muy temprano, como son las literarias, la poesía, el cuento y la edición. A los diez años estaba esbozado eso. Inclusive mi decisión de ser escritor. Pero, entonces, en el dibujo que hago, yo coloco a esas ramas de un lado, mientras que a la ciencia la coloco del otro. Porque son cruces de los hemisferios: uno más racional, otro más sensitivo. En la actualidad, por suerte he podido recuperar muchos de mis centros de interés. Porque no menos interés que a la vida académica le dediqué a la poesía. A lo largo de publicaciones, con períodos de intervalo. Ahora, gracias a la edición de la UNSE, me permitió avanzar. Inclusive, estoy preparando material de lo que no salió en el libro. L. C.: ¿Crees que es el campo en el que has tenido mayor producción? A. T.: He tenido bastante producción también escribiendo prosa. Varios proyectos de novelas inconclusos. No menos de cinco, antes de las tres que he terminado, que todavía ninguna se ha publicado. Me ejercité mucho en la escritura. Y luego en la tarea sociológica y en las clases también. Entre los dones que tengo es haber articulado la facilidad para escribir. L. C.: Vamos a tus orígenes; tu lugar de nacimiento no es Santiago. Vienes de Ameghino, provincia de Buenos Aires. Pero hace varias décadas que vives en esta provincia, lo que de alguna manera se interpretaría como una opción. A. T.: Totalmente. L. C.: ¿Cuál sería la justificación de esa opción? ¿Qué ha sido Santiago biográfica e históricamente para vos? A. T.: En estas cosas uno tiene una versión oficial. Ahora estoy descubriendo nuevas cosas y las estoy modificando. Porque la historia oficial era así: Me enamore de una santiagueña, la vine a visitar, estando aquí me peleé con ella y me enamoré de Santiago. Y volví cruzando el Dulce, llorando, por supuesto, pero un año después me casé con ella. Es Norma (Carabajal), la madre de mis hijos. Pero luego encuentro un texto, un año antes de conocer a Norma, año sesenta y cinco,-yo la conocí en septiembre del sesenta y seis-, que se llama Centro de investigaciones del Noroeste. Ahí está el proyecto de un centro de investigaciones de una forma gramsciana; algo que movilizase a la sociedad y a la vez pudiese pesar en el poder político, para la realización de toda la acción movilizadora de talentos. Pero mi mirada estaba hacia el norte, por el tema indígena, por el tema de los obrajes que lo había visto en un documental de la facultad. Había conocido a un par de santiagueños, uno era Pedrito Nasser, que falleció hace unos años. Y el otro el Negro Uriondo, que estuvo en la casa de estudiantes donde yo vivía, refugiado, después del caso aquel de los uturungos. Él había estado en la toma de la municipalidad de San Pedro y todo eso. Todas esas cosas hacían de Santiago un mundo fascinante. L. C.: ¿Más allá de los lazos afectivos que significa Santiago?, ¿En qué aspectos ha calado en vos, en tu pensamiento, en tu manera de ver el mundo, en condición tu arraigo? A. T.: Profundamente. En lo subjetivo me identifico mucho con Santiago. Algo que siempre me afectaría seria la subestimación de la gente. A la subestimación es algo que uno contrapone la carta de la estima, la generación de estima, el reconocimiento. Santiago es ese caso. Orgullo, mucho. Por el pasado.
L. C.: Como gestor de la cultura, has tenido emprendimientos importantes, pero hay un proyecto particular que me parece lo podríamos recordar, que es El Colegio de Santiago. ¿Cómo surge la idea? ¿Y cómo lo ves en la perspectiva del tiempo? A. T.: Cuando uno está demasiado cerca de las cosas no las puede ver bien. La que me ayudó a ver un poco de ese momento fue Marta Terrera. Porque ella apuntaba cosas como que en ese momento, a fines de los noventa, pesaba esa chatura que el juarismo había impuesto. Yo explícitamente recuerdo que lo propuse como producto de un malestar. No estábamos bien. Estábamos insatisfechos. Deseosos de muchas cosas. Ahí vino el factor de movilización, año dos mil. Empecé la tarea armando un grupo de cuatro o cinco, no eran más. Jóvenes. Estaba Félix Demasi, Reinaldo Ledesma. Antes había intentado formar otra ONG con pares como podían ser Luis Ponce, Beatriz Munarriz, pero no funcionó. Por eso vi que el asunto era inclinarse por donde está la fuerza vital y la energía. Yo la encuentro siempre mucho más viva y rica entre los más jóvenes. L. C.: En el marco de las actividades del proyecto de El Colegio de Santiago, recordarás que tuvimos aquel ciclo de lectura de poesía de los viernes. Pasado el tiempo, ¿cómo valoras esos años? A. T.: A mí me vino muy bien. Me daba una posibilidad distinta a la del aula, a parte era la edad en que yo empezaba a sentir dos cosas: una que estaba envejeciendo, y otra que tenía una deuda con la poesía. Yo paseé quince años sin publicar, Dibujos al carbón es como un resurgimiento, porque en esos años habían pasado cosas importantes. Cuando escribí Secreto Sol era todavía un chango, digamos así, con Dibujos al carbón ya no. L. C.: ¿Quince años entre un libro y otro? A. T.: Si pero con un periodo de clarísima desconfianza o insatisfacción respecto de que escribía. L. C.: Esos silencios son constantes en algunas biografías. En este caso, ¿cómo los interpretas? A. T.: Compensatorios totalmente de la actividad de exposición. Necesarios, como el oculto, que vive bajo tierra, hay que saber ser oculto para eso y para muchas otras cosas. Digamos que el periodo de generación de un libro en la biblioteca es ocultez también, pero necesaria para pulir todo.
Escribir: los libros pendientes
L. C.: Vos has escrito una obra literaria muy copiosa, con muchos títulos y en diversos géneros, pero a veces nos preguntamos ¿cuál es el libro pendiente?, ¿cuál es el libro que hubieras querido escribir y aun no has escrito? A. T.: En un curso que doy en la Facultad, uno de los ejercicios era trabajar con resúmenes. Les digo: para la próxima clase tráiganme tres resúmenes de sendos artículos. Pero yo les decía: siempre hay que tener preparadas cosas, en gestación. Tiene que haber más de una idea esperando ser trabajada. Tengo dos proyectos inconclusos. No sé si son el libro que hubiera querido escribir. Uno es suficientemente interesante como para que me delire porque me permitiría fundir la literatura con la historia. Se llama El Congreso en la Sombra. Y se trata de una reunión que organiza alguien que sería una especie de Donald Trump de la cultura. En realidad es un investigador que convoca a las voces del pasado para reconstruir la historia de los pueblos indios. Entonces hay un parlamento. Donde las intervenciones se van sucediendo. Esa es una idea. La otra es una especie de novela corta que se llama el Piso Veintiocho. Son tres adolescentes insatisfechos. Viven en un edificio muy alto y deciden instalarse en la terraza. Y ahí generan todo un micromundo con algunas ayudas, asesoramientos. Al poco tiempo hay cultivos de plantas con vegetales, crían hongos, tienen sus cosas, lanzan sus planeadores, algo que suscita todo un problema en el barrio y llega finalmente la policía. Esa es la historia. Ahora está latiéndome un poco el tema de la ciencia ficción.
L. C.: Un aspecto importante para conversar es tu percepción de la historia de Santiago y cómo vemos los santiagueños nuestra propia historia. Yo siempre digo que existen historias no narradas, que piden al cronista que las relate. De alguna manera los grandes historiadores, escritores, cronistas son quienes han sabido interpretar esas historias no narradas. ¿Qué crees que falta narrar en la historia de Santiago? A. T.: Hay mucho hecho. No quiero ser irrespetuoso. Lo que falta es proseguir la obra de Emilio Wagner que le agregó dos mil años a la historia de Santiago y nadie se lo reconoce. Es el uno de los historiadores del siglo XX. Luego habría que ensamblar eso en el libro de historia, porque hay que sacarlo del paquete de la arqueología y del pasado. ¿Por qué? Porque tenemos, inclusive, elementos para configurar una historia con personajes, señores locales, tribus, idiomas, competencias, conflictos. Está todo antes de que lleguen los españoles. Aun después de que llegan los españoles la historia propiamente india sigue un siglo y medio, si es que ha concluido. Pero luego no aparece reivindicada como tal. L. C.: Esas son tareas pendientes… A. T.: Exactamente. Esas es una. Luego de ahí para acá hay otras cosas como trabajar sobre el reordenamiento del panteón. La resituación de las piezas. El ordenamiento. La historia es un museo. Vamos a ver. ¿Las piezas tienen esta única forma de ser ordenadas? No, hay otras. Varias. De hecho, siempre la crítica. Cuando Patricia Arenas visito el Museo Histórico escribió un pequeño texto que nunca se publicó donde decía que estaban todos los héroes y en la última sala los indios, como figuritas pintadas, barnizadas. L. C.: ¿Qué lugar ocupa Aventura, trabajo y poder, en tu producción? A. T.: El otro día tuve una autopresentación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, y allí valoré Aventura, trabajo y poder, que es el mejor trabajo que hice por varias razones: fuera de la academia, gestión privada, con apoyo de una institución, tiempo muy breve, equipo de investigación, viajes y conversaciones. El logro fue –a diferencia de otros estudios que abordan colectividades- que acá, en este caso, se proyecta el tema de la colectividad árabe en Santiago del Estero como fondo. Entonces pienso no solo cómo desarrollan ellos sus logros personales y su capital, sino cómo constituyen un sector preponderante en la economía provincial. L. C.: ¿Cuánto tiempo ha pasado desde su publicación? A. T.: Año ochenta y nueve. Ahora estamos preparando la reedición en Eudeba. Otra cosa para medir el éxito de un libro, es la respuesta de los lectores. Es un libro del cual nunca me ha faltado hasta hoy un contacto cada tanto. Me ha emocionado mucho hablar con changos que me dijeron lo han leído dos veces, changos de veintidós años. L. C.: ¿En el orden de tus publicaciones ha sido uno de los primeros? A. T.: Sí. El primero que podemos llamar sociológico. Antes, en el ochenta y cuatro salió la compilación de textos sobre Santiago que reeditó la Subsecretaría de Cultura hace dos años.
L. C.: ¿Cómo ves la producción cultural que existe hoy año dos mil quince, aquí, en Santiago? ¿Qué destacarías? ¿Qué percepciones tienes en el plano científico, en el plano literario, artístico? A. T.: Muy bullente, creciente. Por un lado están las tareas de la universidad y sus alternativas y las cosas que vienen de las políticas nacionales. Evidentemente hay un número de doctorandos -que sería una de las medidas de la capacitación- como nunca hubo, ni tantos ni tan jóvenes. Acá tengo que recuperar una experiencia que me sirvió mucho que fue el Fondo Nacional de las Artes. Poder mirar los diferentes sectores y grupos. Veo muchísimo desarrollo en el teatro, en el cine y el documental. Se está produciendo mucho. Soy particularmente crítico para el documental. En ese aspecto tengo más rígida la cláusula del historiador, que no tiene las libertades del cineasta. Él puede sacrificar algunos aspectos de la verdad a un atuendo o a un clima determinado. Por eso ahí yo creo que tiene que haber una consociacion. Todas estas cosas son multidisciplinares hoy. L. C.: ¿En el plano de la literatura? A. T.: En el plano de la literatura se está escribiendo mucho en revistas, en blogs. Algo que siempre me hubiera gustado hacer es un conteo de blogs. También ha habido apoyo provincial para estimular eso. Yo no soy un lector atento a todas las cosas que están saliendo. Me encantaría formarme un criterio. Me interesa mucho el terreno de la novela. En ese terreno es el que uno no ve que haya todavía nueva producción. L. C.: Has trabajado mucho en grupos de creación, por no decir talleres literarios, promoviendo enseñando y coordinando la creación literaria. Dos cosas ahí. Por un lado, te pediría algún concepto de lo que es escribir y, lo segundo, un mensaje a las nuevas generaciones que están incursionando sus inicios en las letras. A. T.: A mí tampoco me gustaba la idea de taller literario por el modelo de los que conocía con una figura rectora de las letras tipo Abelardo Castillo o Betty Alba, que son demasiado hegemónicas. El seminario que yo hice en la UNSE varios años era el desarrollo de un proyecto de tesis. Yo ahí aprendí a encariñarme con el curado de los textos. Para enseñar el ABC del trabajo creativo, que no consiste en cortar y pegar. Imitar es otra cosa. Y tengo una frase sobre esto. La originalidad se logra trabajando con la imitación. Yo no sé si soy original pero siempre he seguido los pasos de mi dilecto maestro Mark Twain en la primera fase, todo el surgimiento de mi veta de escritor es marktwainiana. Después ¿cuántos escritores me influyeron? Neruda Henry Miller, en la poesia para qué decir. Y en algunos casos uno no desea imitar pero eso se traduce. La idea es que podamos probar escribir a la manera de… L. C.: Volvamos a la primera parte de la pregunta: ¿Qué sería escribir? A. T.: Escribir es una particular manera de ser, distinta a la que se logra mediante la acción, que es otro plano de la vida, otra dimensión. Es también una forma de hacer, pero indirecta, a través de mediaciones. Es una forma de ser más completa. Pero no quiero decir que todos tengamos que ser escritores. L. C.: Y en relación a lo que decíamos de las generaciones jóvenes. Alguna sugerencia. A. T.: Lo vengo pensando esto hace años a este nivel. Llega el final de la carrerea de Sociología y los alumnos tienen que elegir un trabajo, un tema para trabajar. Lo hacen mediante un repertorio limitado de opciones. En las cuales juega la casualidad, el clima social de los temas predominantes, pero en general son temas bastante subjetivos. Hay que llegar a tener prioridades. Me gusta la idea de que haya prioridades de investigación. Temas que no sean obligatorios, pero que digamos: “fíjense, este es un tema que necesitamos desarrollar”. Hay temas que son áreas de vacío. El concepto de áreas de vacío se utiliza. Acá yo veo en el mundo rural, campesino, el mundo rural santiagueño, enormes transformaciones. ¿Tenemos veinte tesis sobre el mundo rural campesino? Sí, si sumamos las de licenciatura, de sociología, de agronomía, y las externas. Los temas principales: el mundo campesino y el MOCASE. No tenemos una sola tesis sobre los sojeros. Más aun, ni siquiera un artículo. Una descripción de un campo de soja. Hay una barrera ahí.
Dibujo y conocimiento
L. C.: Un tema del que no hemos hablado y que te involucra es el dibujo. A. T.: Sí, hay algo que me gustaría decir: es la importancia que tiene el dibujo para el conocimiento. El escritor comienza generalmente dibujando. Pero en la infancia sobre todo, la parte más artística y de mayor goce es el dibujo ¿Qué pasa con eso? Para mi refleja la parte espontanea, es el acercamiento, por eso está del lado del hemisferio más sensitivo. Luego, la graficación por extensión. He desarrollado algunas plantillas que llamo diseños mosaicales para diferentes operaciones, tales como un proyecto de investigación contenido en una hoja A4. Una síntesis. Lo principal. Planos breves. Mapa conceptual, si quieres. Este tipo de cosas. El uso de los mapas conceptuales para clarificar las ideas de una clase me resulta muy eficaz. L. C.: Una pregunta conceptual. ¿Qué aproximaciones y distancias existen entre las operaciones del dibujar y las de dibujar? A. T.: Dibujar es mucho más instantáneo, más libre. Funcionan otros órdenes neuronales, diría. Es muy distinta la idea de copiar una forma que la de expresar sentimientos, son relaciones muy distintas. L.C.: Alberto Tasso, agradecemos tu disposición a colaborar con Trazos.
Alberto Tasso nació en Ameghino (Provincia de Buenos Aires). Vive en Santiago del Estero desde 1970. Estudió sociología (UCA, 1972) y es doctor de la UBA, área historia (FFyL-UBA, 2002). Fue profesor adjunto por concurso en la FFyL-UNT (1984-1988), y profesor asociado ordinario por concurso en la UNSE (1979-2009). Fue investigador adjunto en el CONICET (1991-2009). Es autor de libros de poesía (Dibujos al carbón, La Jornada del Cazador, entre otros), cuento (Amores que no cierran, El momento del mate), y de investigación sociológica (Aventura, trabajo y poder). Su novela inédita El informe de la seca recibió la primera mención en el Concurso de Novela Corta Bienal 2008 organizada por el Consejo Federal de Inversiones. Con Pablo Tasso dirige el sello Barco Edita. |