Por Florencia Geréz |
Es una de las principales referentes del feminismo en el país, tanto en el ámbito académico como político. En el marco de su visita a Santiago del Estero para brindar un seminario en la Universidad Nacional, Diana Maffía dialogó con Revista Trazos acerca de algunos temas vinculados al rol de la mujer en la Argentina actual, las transformaciones en el rol de los varones, los cambios de paradigma culturales respecto a la cuestión de género y los medios de comunicación. FG: La sociedad argentina se caracteriza por la dominación ancestral que el hombre ha ejercido sobre la mujer. En este contexto sin embargo, el feminismo ha ido adoptando nuevos roles, mucho más activos en la sociedad, ganando nuevos espacios. ¿Cómo definiría usted la situación actual de las mujeres en nuestro país? DM: Es verdad que las mujeres han ido alcanzando espacios de mayor protagonismo, y también mayores derechos como el derecho a la educación, el derecho al trabajo, derechos que tienen que ver con espacios académicos, políticos, con la capacidad de representación. Eso es verdad, ha habido muchos adelantos en ese aspecto, sin embargo hay dos núcleos muy fuertes que inciden en la influencia y es mucho más difícil modificar. Uno es la condición de posesión de las mujeres por parte de los varones, eso es algo que está dentro de la cultura patriarcal muy arraigado. Las mujeres son algo que le pertenece a los varones al igual que los niños y las niñas. Y eso viene de un concepto antiguo de familia, un concepto previo a la modernidad pero que ha mantenido ese sentido de pertenencia. La familia era la propiedad del patriarca, lo que a él le pertenecía eran sus esclavos, su mujer, sus hijos y su hacienda. Cuando en la modernidad se modifica la situación de esclavitud, aparece el contrato laboral, pero ese núcleo de la familia va a seguir quedando naturalizado como una propiedad del padre, como una propiedad del patriarca. Ese es un núcleo muy fuerte: el sentido de propiedad. Y el otro núcleo que tiene que ver con este sentido de propiedad es la condición de mercancía de las mujeres, las mujeres son un cuerpo que se puede comprar, vender, alquilar, usar, desechar. Y esto se ve en otras formas de violencia como la prostitución, la trata de personas, la esclavitud sexual, y laboral. Esa condición de objeto es una condición que refuerza la idea propiedad. Tiene que ver con un núcleo del capitalismo, que es un núcleo muy duro que es transformar en mercancía a ciertos sujetos que son considerados subalternos. FG: En cuanto a la violencia contra las mujeres, el hecho de que ellas han adoptado nuevos roles, ¿cómo influye en el hombre? DM: Esto puede ser amenazante para muchos varones, porque junto con este rol subalterno de las mujeres hay un papel para los varones que es el de ser proveedores económicos. Por un lado, hay una crisis general por la cual es muy difícil para un varón ser el único proveedor de una estructura familiar, por desocupación, por bajo salario, por falta de oportunidades de formación o de ascenso social. Es difícil para los varones ser los únicos proveedores. Tan vinculada está la condición masculina con la condición de proveedor que cuando fallan como proveedores la percepción subjetiva es de que están fallando como hombres. Y muchas veces, esta autoridad que han perdido en este rol de proveedores, tratan de restaurarla de manera violenta. Tratan de restaurar esa autoridad y esa capacidad de tomar las decisiones y de ser el que manda en la casa. Por otro lado, las mujeres han ido avanzando y adquiriendo autonomía económica y eso puede ser para muchos varones amenazante. Una mujer autónoma e independiente económicamente le puede hacer sentir a los varones que va a ser una relación difícil, y esto se ve. Se ve en que no siempre las mujeres con más autonomía y más éxito profesional son las que mejor logran articular su vida personal, familiar, afectiva, de pareja, etc. Muchas veces el precio de la vida profesional es el fracaso en la vida personal y de pareja, en el rol maternal. Las mujeres a la vez, si bien hemos logrado avanzar en espacios institucionales, todavía no logramos modificar esas instituciones. Es decir, avanzamos en espacios que están diseñados para varones. La política es un espacio diseñado para varones, la academia… ni hablar de las empresas económicas. Nosotras logramos adaptarnos y a veces tener éxito en espacios institucionales que no fueron creados con nuestra participación y no siempre se adaptan a nuestras cualidades, y a nuestra subjetividad. Eso significa que los varones pueden sentir también amenazante este avance porque significa que avanzamos en su territorio, no que estamos complementando actividades o rediseñando instituciones sino que cuando avanzamos es porque ellos tienen que retroceder. Y esa sensación de que para nuestro avance hace falta el retroceso de los varones hace que el feminismo sea muchas veces tomado como una hostilidad o como una amenaza, y que en general las mujeres que progresan sean consideradas como alguien con quien hay que luchar y a quien hay que apartar del camino, y no como alguien que va a acompañar la evolución de ciertas instituciones importantes para la sociedad. FG: Consciente o inconscientemente la propia sociedad va repitiendo estos modelos machistas, a través de los estereotipos de género, de los preconceptos, y de las caracterizaciones que vienen hace años como actividades y funciones femeninas y masculinas. ¿Cómo se puede cambiar este paradigma? DM: Siempre los paradigmas culturales son más difíciles de cambiar porque están arraigados muy profundamente, porque tienen que ver muchas veces con la vida cotidiana, se refuerzan en ella. Y esta cuestión de los roles diferenciados para varones y para mujeres implicarían un cambio que no es solamente de las mujeres, no se trata de que las mujeres vayamos a espacios públicos sino que los varones compartan espacios privados, que compartan por ejemplo todas las funciones domésticas, de crianza, de cuidado, pero que lo hagan como parte de la organización de su vida. Esto no se puede obligar por ley. Lo que se puede hacer por ley es cuantificar lo que vale económicamente ese trabajo femenino de reproducción de la fuerza de trabajo y de cuidado. Y al cuantificarlo, ver cuáles son sus aportes a la economía de la casa, a la economía social y compensarlo entonces cuando por ejemplo se hace un juicio de divorcio y de separaciones de bienes, donde las mujeres a lo mejor no tienen un trabajo rentable pero han aportado económicamente por estos otros medios que tienen también un valor económico. Hay que pensar lo que significa culturalmente, lo que vale culturalmente de manera opuesta el ascenso de una mujer en el plano público es algo valorado positivamente, pero cuando un varón intenta desplegarse en el ámbito privado, no es valorado positivamente, al contrario, es censurado, es objeto muchas veces de burla por parte de sus pares. Entonces, las mujeres parece que se masculinizan y los varones se feminizan asumiendo las tareas del otro. Pero cuando la mujer se masculiniza adquiere valores mayores en la sociedad porque lo masculino está más valorado. Cuando el varón se feminiza está degradando los valores, porque lo femenino tiene una valoración menor en la sociedad. FG: En relación a los medios de comunicación, ¿cuál cree que es el rol que deben cumplir en casos de violencia contra las mujeres? DM: Creo que los medios tienen un lugar muy importante. Por un lado, van a reflejar lo que ocurre pero al reflejarlo valorativamente también van a incidir en lo que se estimula y lo que se censura en la sociedad. A veces tienen un efecto multiplicador, tanto de las buenas prácticas como de las malas prácticas. Si una nota sobre un femicidio titula “Un crimen por una situación de emoción violenta”, lo que está diciendo no es que fue algo planificado, que hay jerarquías de poder en el medio, que las mujeres son sistemáticamente las víctimas, sino que es algo azaroso, imposible de prever, imposible de establecer políticas públicas para las mujeres en este tipo de situaciones porque algo pasional es algo que es imprevisible por definición. Entonces, es verdad que el modo en el que el medio comunica muchas veces condiciona el modo en el que valoramos los hechos. También es verdad que muchas veces la fuente para las periodistas y los periodistas, son fuentes policiales. Y el lenguaje que se adopta muchas veces es policial, lo que habría que hacer es multiplicar las fuentes posibles. Un trabajo muy valioso en este aspecto es lo que hace la Red PAR, con sus decálogos sobre el buen tratamiento de casos de violencia contra las mujeres, de trata de personas. Y que permanentemente está alerta en un sentido positivo, en un sentido de brindar herramientas, que creo que es lo que debe ocurrir: llamar la atención, brindar herramientas que vayan generando consenso. Ahora bien, esas herramientas no pueden ser impuestas tienen que ser parte de un consenso social. Todas las feministas estamos atentas a los medios de comunicación, muchas veces nos quejamos por el modo en el que se comunica, llamamos la atención sobre el sexismo que hay en los medios de comunicación, y también tenemos que tener una actitud constructiva de proporcionar herramientas, porque hay muchos modos en los que el lenguaje representa de manera desigual a los sujetos subalternos y a los sujetos centrales dentro de una sociedad, o dominantes o hegemónicos. FG: Para finalizar este encuentro, ¿de qué se trata el proyecto en el que está trabajando sobre el Observatorio de Género en la Justicia en la ciudad de Buenos Aires? DM: Hicimos una propuesta al Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires para hacer un observatorio para poder prestar atención no sólo a cuestiones de acceso a la justicia y la conformación interna de la justicia para que haya equidad de género en el acceso a la justicia por parte de mujeres y varones, y también por parte de personas sexualmente diversas, sino también pensar en cuestiones de capacitación, a través de un programa que se llama “Género y derechos”. El cual es de capacitación y sensibilización en temas de género que estamos desarrollando dentro del Poder Judicial. Y en este momento estamos aplicando una encuesta para ver la percepción sobre equidad e inequidad de género y las distintas circunstancias, incluso de violencia laboral que puede haber entre el personal de la justicia de la ciudad. Creemos que esto nos va a dar datos importantes para ver cómo se percibe a sí misma la justicia, y cómo se perciben a sí mismas y a su ambiente de trabajo las personas que trabajan en la justicia, y también vamos a recibir de su parte propuestas para mejorar y hacer más equitativa la justicia de la ciudad de Buenos Aires. Tenemos muchas expectativas con el resultado de este proyecto. Diana Maffia en Trazos Diana Maffía es Miembro del Consejo Académico del Centro de Formación Judicial del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires. Doctora en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires con una tesis sobre “Género, subjetividad y conocimiento”. Docente de “Gnoseología” de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y de “Epistemología feminista” en la Maestría de Estudios de Género de la Universidad de Rosario. Investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires, donde dirijo con Dora Barrancos un programa sobre “Construcción de ciudadanía de las mujeres y otros grupos subalternos”. Autora de numerosas publicaciones. Su último libro es “Búsquedas de sentido para una nueva política”, en colaboración con Elisa Carrió (Paidós, 2005) |