Por Daniela Machao – Secretaria Académica Facultad de Ciencias de la Educación – UCSE

Leonor Arfuch acaba de publicar su último libro, Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites y tuvo la amabilidad de compartir con Revista Trazos un intenso diálogo sobre los temas que aborda en esta nueva producción, en el que se abordan temas clave como la política, la memoria y las redes sociales. También, y sobre todo, aporta algunas reflexiones en torno a las significaciones de la imagen en la sociedad actual y la relación entre lo individual y lo colectivo en la construcción de la subjetividad, lo virtual versus lo real en la configuración de las relaciones interpersonales, tocando asimismo aspectos que punzan y que duelen en la memoria personal y de los pueblos.

DM: La imagen en la sociedad de hoy, que invade y se inmiscuye en todos los aspectos de la vida, ¿de qué manera modifica la subjetivad?

LA: Se han dicho tantas cosas que uno no sabe por dónde empezar. Evidentemente es una cultura, incluso algunos dicen una civilización, de la imagen. Estamos “llevados” y “traídos” por las imágenes. Nuestro contacto con el mundo y la realidad es a través de la pantalla: desde la mañana el noticiero, las cadenas de noticias a lo largo del día, luego lo que supone el trabajo todo el tiempo en la pantalla, en Internet, y las posibilidad que esto nos da. Si necesitamos buscar algo, ponemos un nombre, cliqueamos y lo vemos. Podemos recorrer museos alrededor del mundo, recorrer la obra de artistas visuales, bajar y ver películas, etc. Es una conexión muy fuerte con la imagen y en este sentido la “imagen de sí” está también muy ligada con lo visual. Creo que ha invadido todos los órdenes de la vida, incluso la política. Así como Habermas decía hace dos décadas o más que en la política importaba más el carisma y la personalidad del político que lo programático o lo ideológico, hoy por hoy la imagen corporal es muy importante.

DM: Evidentemente la relación de la política con la imagen ha modificado las formas de hacer visible lo que se hace. ¿Cuál es su mirada respecto a este avance tan importante de la fuerza de la imagen en la cuestión política, en la transformación ya de la política en espectáculo?

LA: Para responder se podría articular la construcción de la imagen con el marketing político. ¿Cómo se construye una campaña de candidatos?, ¿cómo se lo muestra? ¿cómo se lo ubica en el espacio? Ese también es un avance de la visualidad muy concreto y evidente. Cómo la corporalidad y la puesta en el espacio hacen a una construcción política, más allá de lo que se diga o de lo que prometa en los discursos. Las últimas campañas electorales que tuvimos estuvieron más centradas en imágenes que en contenido, en discursos o propuestas.

DM:¿Cuál sería la reflexión frente a la forma de exponer el cuerpo, por ejemplo en las redes sociales, en relación a las configuraciones identitarias de losadolescentes y los jóvenes?

LA: Lo que aparece ahí ligado a la cuestión de la imagen y el cuerpo es más que nada una relación con otro fenómeno de época que es el despliegue de lo biográfico, lo subjetivo, funcionando en la construcción de una intimidad pública. Eso es lo interesante. No soy experta en redes sociales pero podría ser también un signo de inquietud. ¿Por qué la construcción de sí, de la propia subjetividad, donde el espacio de lo privado se compartía en otro tiempo sólo con los allegados, termina expuesto en un espacio virtualmente sin límites? Ya que cuando se habilitan “los amigos de los amigos”, es una red que no tiene fin. Y efectivamente una se pregunta por qué, cuál es esa necesidad de exponer lo privado en lo público en esa dimensión. Necesidad de afirmación  identitaria, de ser revalidado por los otros, de ajustarse a lo que se espera de la vida contemporánea, a los modelos estéticos y de personalidad, o simplemente modos de enfrentar la soledad, en fin, habría que reflexionar respecto de esas imágenes que se multiplican en la web pero que al mismo tiempo imponen una lejanía del cuerpo verdadero. Menos encuentros en la vida real y muchos encuentros en lo virtual, con lo cual hay también una temporalidad diferente –y diferida, en muchos casos.Y si los jóvenes de hoy construyen su identidad de ese modo, sin perjuicio de otros agrupamientos y sociabilidades que también tienen su origen en esas redes, yo no creo que sea mejor ni peor que en otras épocas. No tengo ninguna mirada de censura al respecto.

DM: Esto pone en el tapete la cuestión de los jóvenes conectados desde la virtualidad pero no participando activamente en la escena pública, con un lazo social que aparece reconfigurado.

LA: Sí, pero al mismo tiempo está la contraparte: es decir que, de pronto, por algún evento, por alguna circunstancia, la convocatoria vía las redes sociales también pone los cuerpos en presencia en un espacio público. Todo el movimiento de la ocupación, que se ha transformado en un actor político importante a nivel global y en un desafío teórico para la interpretación en las ciencias sociales, tuvo su motor desencadenante en las redes.  El tema juega a dos puntas. Por un lado está la cuestión de lo privado eludiendo el cuerpo pero, por otro lado, también puede revertirse en un encuentro real. Me parece que lo que las redes sociales habilitan y que es interesante pensar, es que se puede fantasear con múltiples identidades. Esta idea de que me hubiera gustado ser “tal o cual” puede plasmarse en esa especie de construcción ficcional de identidades en la web. Las vidas posibles que a uno le hubiera gustado tener ahora se pueden “vivir” como ficciones, autoficciones. La visibilidad, la exposición, conlleva esa posibilidad del anonimato; es decir, puedo jugar múltiples identidades desde un anonimato. La web tiene ese doble efecto: por un lado alta exposición y, por otro, la protección del anonimato, el ocultamiento.

DM: Esta ruptura de lo público y lo privado en la construcción autobiográfica aparece en todos lados, también en los medios de comunicación, en donde la gente se expone a mostrar sus miseriasmás oscuras u ocultas.

LA: Esto tiene que ver en buena medida con lo que, según mi lectura, es una verdadera reconfiguración de la subjetividad contemporánea, porque efectivamente hay un exceso de exposición respecto de los infortunios del vivir, que el talkshow o el reality show traen a escena, pero también en el registro de la informaciòn y en otros géneros mediáticos. Esto muestra también desposesión, carencia, soledad, y una necesidad de compartir el infortunio con la cual en algún punto todos nos sentimos identificados. Esta situación genera nuevas formas de sociabilidad basada en una solidaridad en la desdicha o el abandono que es también lo que sucede cuando ocurren muertes dolorosas e injustificadas y los vecinos salen y reclaman en conjunto. En este sentido, estas reacciones comunitarias van ganando la calle aunque cabría preguntarse si en realidad hay más de estas situaciones o sólo hay más pantallas que las muestran. En realidad creo que es un poco de las dos cosas.

DM: Usted ha abordado en varias de sus investigaciones la relación de la imagen con la memoria, sobre todo a partir de nuestra realidad histórica ¿cuál es el núcleo de este análisis?

LA: Cuando hablamos de la memoria hablamos en singular y en realidad la memoria son siempre muchas memorias. Son memorias traumáticas, obviamente, y a mí me parece que el lenguaje del arte es el que más ha logrado poder traducir una dimensión ética de esa experiencia, más que la imagen informativa, que de pronto es excesiva o carente. El arte trabaja metafóricamente, con una distancia, que a veces es necesaria, y plantea siempre el problema de cuáles son las imágenes que se pueden mostrar, o cómo puede la imagen mostrar “qué”. Por cierto creo que en nuestro pasado reciente las imágenes de los desaparecidos, esas que poblaron calles, paredes,espacios públicos y que todo el tiempo las Madres llevan en ese largo lienzo azul, son como un rasgo distintivo de nuestra identidad. Luego, la imagen se plantea el problema de la representación, que es un dilema: mostrar o no mostrar; ver o hacer ver; y cómo.

DM: La fotografía como documento…

LA: Uno tiene el mundo de hoy con sus horrores. Y la fotografía de prensa tiene un lugar preponderante en esto. Muestran cosas que son aterradoras, incluso a veces con un sentido artístico y estético, pero por otro lado está lo que hace el arte con eso. Cómo se elude la mostración directa del horror y se trabaja sobre esa distancia metafórica. Yo me inclino siempre por esa segunda manera. Pero también creo que hay cosas que hay que mostrar. Esto dio lugar a debates muy intensos. Uno de los últimos más candentes fue el que se generó a partir de que el teórico francés Didi-Huberman(1) se atrevió a hacer un relato sobre cuatro fotografías del archivo de Auschwitz ligadas con la cámara de gas. También se generan debates, por ejemplo,cuando hay películas con escenas de torturas. Es obvio que la denuncia de la tortura hay que hacerla ya que pone en cuestión el fundamento mismo de lo humano, pero luego aparece la cuestión del cómo,porque puede mostrarse algo horroroso reproduciendo el gesto del torturador, problema que se plantea tanto a nivel verbal como visual. Por cierto, que fue absolutamente imprescindible el relato  que hicieron las víctimas de tortura como prueba para la condena de los delitos de lesa humanidad. Pero todo trabajo a posteriori, ya sea desde la investigación, el documental, la ficción o la experiencia de las artes visuales, conlleva ese dilema. En cada momento y en cada circunstancia hay una elección para hacer y no hay un decálogo que diga lo bueno y lo malo.

DM: Aquí entran en juego también las significaciones que se desprenden de la lectura de la imagen. Es decir, en definitiva, cómo mirar.

LA: Ese es otro punto. En algún momento yo hablé de la responsabilidad en la mirada. Los que miramos también tenemos responsabilidad con lo que vemos. Y ahí me parece que hay mucho para trabajar desde nuestro carácter de educadores, en el nivel que sea. Cómo mirar, qué mirar, cómo generar una distancia y una valoración ética de la mirada. Qué nos debería parecer imposible de aceptar y qué es lo aceptable y desde qué punto de vista. Siempre con un sentido crítico. El tema pasa también por cómo se muestra, en qué ámbitos. Si se muestra en el marco de un contexto, porque la imagen habla también en el marco de un contexto y necesita siempre de la palabra. Mostrar una imagen descontextualizada no es lo ideal, sobre todo en temas  traumáticos.

DM: ¿Qué sucede entonces con la idea de cristalizar la memoria en los monumentos?

LA: Ese es otro tema de una larga discusión y en Alemania hubo algunas iniciativas pionerasa partir del  concepto de “anti monumento” o “contra monumento”, como intentos de mostrar la pérdida, la carencia, la falta, en lugar de restaurar una hipotética completud. Es decir que el monumento no pretende ocupar el lugar de la ausencia sino presentar su falta, el carácter mismo de lo insustituible. Por ejemplo nuestro Parque de la Memoria, aquí en Buenos Aires(2), estuvo inspirado de alguna manera en esa concepción. Entonces no es un recinto cerrado, no hay ninguna monumentalidad espacial, sólo los nombres de las víctimas, con su edad, la fecha de su desaparición y la terrible condición de “embarazadas” en los casos en que era conocida. No tienen tampoco una traza continua en el espacio sino que están fragmentados, disímiles, como rastros de de una herida. Me parece que estuvo bien lograda la idea. Un trabajo con el espacio que de alguna manera involucre a quienes participan y evoque no sólo un pensamiento sino también sensaciones físicas. Un modo activo, que también pretende alejarse de la conmiseración o de la espectacularización, es un concepto bastante complejo. Cómo participar desde la afectividad, pero en una relación reflexiva. Generar una inquietud. A mí me gusta mucho un concepto de una filósofa francesa, Nicole Loreaux, que habla de lo “inolvidadizo”, aquello que está punzante, que insiste, una memoria que no se aquieta.

DM: Esta idea se relaciona mucho con el concepto de “punctum” de Roland Barthes(3), que definine aquello que en una fotografía “sale y viene a punzarme”.

LA: Sí. Aquello que interpela, que dice “yo estoy aquí”. Decir que alguien es olvidadizo es hablar de alguien que olvida todo el tiempo. Entonces, lo inolvidadizo es aquello que está activo, es un poco la idea del contra o anti monumento. Y quizás la idea que uno podría tener de la memoria. Lo inolvidadizo es aquello que está ahí latente, que no tiene que estar expuesto o hablado todo el tiempo, pero que puede ser despertado en una instancia que lo merezca.

DM: Para cerrar este encuentro, ¿qué se propone en Memoria y autobiografía?

LA: Trabajé aquí estos dos conceptosy le puse un subtítulo: “Exploraciones en los límites”, justamente porque hay límites. Analizo cómo memoria y autobiografía se articulan de mil maneras diferentes y trabajé con artes visuales, literatura, filosofía, explorando –e infringiendo- límites de las disciplinas, de la escritura, de los temas. Era una deuda que tenía pero no quería hacerlo desde ningún lugar tradicional, quería ensayar otros caminos, otras aperturas. Y hablar de lo nuestro también desde otras memorias. Trabajé con el artista visual Christian Boltanski, que hace poco hizo una muestra muy potente en Buenos Aires, y con un escritor que yo estimo mucho que es Sebald(4), para ver cómo, de alguna manera, la literatura y las artes visuales han hecho camino juntos. Uno puede leerlos poniéndolos en sintonía, por ejemplo, con relatos de mujeres, sobrevivientes de la Esma, con el “debate Del Barco”(5) y también con otros temas y escenarios candentes del planeta, como el de las fronteras. En momentos en que hablamos de la conectividad global las fronteras físicas se tornan cada vez más excluyentes y cada vez más expulsivas. Y en las fronteras hay una pátina de sufrimiento contemporáneo enorme (se ve en la frontera de México con Estados Unidos, se ve en las fronteras de África con Europa). Quería leer el tema de la frontera desde el arte, mejor dicho, desde experiencias del arte en la frontera. Tomé una frontera emblemática: Tijuana-San Diego como un ejemplo de esto. Y también hago una reflexión de cómo se asume el número de las víctimas en esta naturalidad del presente. Que se informa sobre cierta cantidad de muertos en determinados lugares y esto aparece como lógico: que se hable sobre la cantidad de muertos sin nombre. Nosotros sabemos bien que hubo intento de muertos sin nombre. El libro se cierra entonces con un capítulo que se llama “El nombre, el número”, donde hay una reflexión ética sobre el nombre. Y sobre cómo el arte también trabaja a veces restituyendo el nombre.

Los temas son, todos, actuales e invitan a la reflexión desde distintos lugares. Los límites, como bien señala la autora, son explorados y puestos en debate permanentemente. Para finalizar, un extracto del prólogo de su última producción: “La idea era tratar de dar cuenta, ante esa constelación de formas y estéticas disímiles, de algunas figuras recurrentes en el imaginario, de las tramas (sociales) del afecto, en definitiva, de los modos diversos en que se inscribe la huella traumática de los acontecimientos en los destinos individuales, y aportar así, desde la crítica cultural, ciertas claves interpretativas de una subjetividad situada, tanto en términos estéticos, como éticos y políticos”(6).


Arfuch en Trazos

Es Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, donde actualmente se desempeña como docente e investigadora. Ha sido profesora invitada por diferentes casas de estudio del mundo como la Universidad de Stanford y la Universidad de Essex y muchas Latinoamericanas como la Autónoma de México, entre otras. Obtuvo las becas: Thalmann (1998), el British Academy Professorship Award (2004) y la Beca Guggenheim (2007).Ha publicado varios libros; entre ellos El espacio biográfico.  Dilemas de la subjetividad contemporánea (2002); Crítica cultural entre política y poética (2008); Pretérito imperfecto (en compilación, con Gisela Catanzaro, 2008); Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias (Comp. 2005) y Visualidades sin fin (compilación, con Verónica Devalle), por citar sólo los de los últimos años. En marzo de 2013 aparecióMemoria y Autobiografía. Exploraciones en los límites, del Fondo de Cultura Económica.


(1) Georges Didi-Huberman.

(2) El Parque de la Memoria – Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado es un espacio público emplazado en la Ciudad de Buenos Aires, en la costa del Río de la Plata adyacente a la Ciudad Universitaria. Alberga el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, un conjunto de obras escultóricas y la sala PAyS (Presentes Ahora y Siempre), centro de información sobre las víctimas y sala de actividades artísticas y culturales. Para más información consultar en:  http://www.parquedelamemoria.org.ar/

(3) Para leer más sobre el concepto consultar el libro La cámara lúcida, de Roland Barthes.

(4) W. G. Sebald, profesor y escritor alemán (1944-2001).

(5) Debate suscitado luego de la publicación de una entrevista realizada a Héctor Jouvé (sobreviviente de la guerrilla guevarista) en la revista La intemperie, de Córdoba, en el año 2004 y la posterior respuesta del filósofo Oscar del Barco mediante una carta. El debate se extendió durante los años 2005 y 2006 y continúa generando polémica entre los intelectuales.

(6) Arfuch, Leonor. Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites. Fondo de Cultura Económica. Bs. As. 2013.