Por Ernesto Picco
Darle una ojeada a los textos de Pablo Alabarces es encontrarse con estudios y reflexiones sobre rock, mucho sobre fútbol, bastante sobre política, y algunas cosas sobre juventud. El denominador común de su trabajo es la preocupación por las culturas populares. Desde allí, se bifurca en estudios versátiles e innovadores. Alabarces es uno de los pioneros de la sociología del deporte y se lo ha visto más de una vez ofreciendo su mirada sociológica del fútbol en Espn y otros medios deportivos. En 2010 publicó, junto a María Julia Oliván, un libro sobre 678 que dice, le costó no volver a ser invitado ni al programa de la Televisión Pública, ni tampoco a los medios privados de la “opo”.
Primer problema, entonces, a la hora de entrevistar a Pablo Alabarces: se puede hablar con él de muchas cosas distintas. Hay que elegir. Su inminente presencia en el Segundo Encuentro sobre Juventud, Medios de Comunicación e Industrias Culturales (Jumic 2011) en la Universidad Nacional de Tucumán, es la excusa para empezar hablando sobre los estudios acerca de la juventud. ¿Por qué han cobrado relevancia fundamental en los últimos años en nuestro país? Alabarces se niega a creer que se trata de una moda, y adelantará algunos de los puntos sobre los que dialogará con Carles Freixa – una de las autoridades mundiales en los estudios sobre juventud – en la vecina provincia de Tucumán.
La polémica de 678, su visión sobre la Ley de Servicios Audiovisuales y la situación de la comunicación en Argentina será el otro punto clave. En la Revista Trazos se han presentado textos y discusiones tanto con argumentos a favor como con críticas a los medios públicos y el proceso de gestación y puesta en marcha de la nueva norma para los medios y los cambios tecnológicos. La crítica a la comunicación oficial alcanza también a la idea de lo que él llamará la “militancia postperonista neosetentista” de la juventud. Sin entrar en un debate que nos permita poner de manifiesto las coincidencias y discrepancias que pueda haber con las ideas de Alabarces respecto de estos temas – cuestión que resulta, por lo menos, tentadora – y mucho más atentos a favorecer la pluralidad de ideas que desde este espacio buscamos alentar, compartimos aquí las experiencias y reflexiones de uno de los más prestigiosos investigadores argentinos del momento. La juventud será entonces el eje de una entrevista en la que se pasará por el contexto actual de la investigación que aborda sus problemáticas, las construcciones de la subjetividad de los jóvenes, la política y la militancia.Ya que tenemos como excusa de esta conversación el Jumic 2011 que tendrá lugar en Tucumán: ¿Por qué crees que se está dando en la actualidad una jerarquización, un mayor empuje de los estudios sobre juventud?Sí. No voy a ser tan malo de hablar de una moda académica. Porque además la gente que está trabajando muy duro en esto está muy lejos de ser beneficiada por condiciones de moda, se debe a su propia prepotencia de trabajo. Esa prepotencia ha permitido hacer visibles los estudios sobre juventud. Hoy a la mañana me llegó el libro que acaba de publicar Silvia Elizalde sobre mujeres jóvenes y cultura y sexualidad, medios, etcétera. Hay mucho. Esto es lo último pero también están los trabajos de Mariana Cháves, los de Florencia Saintout. Y lo que es interesante es que las cabezas más visibles son investigadoras mujeres, jóvenes, todas debajo de los 45 años, y que además son grandes formadoras de gente, rodeadas de discípulos y discípulas. En el libro de Silvia Elizalde que me acaba de llegar todas las colaboradoras son mujeres, que están demostrando mucha potencia, mucha creatividad, y esto junto con mucho rigor y entendimiento. Entonces insisto: decir que es una moda sería peyorativizar el fenómeno. Que hay mucha actividad y esta actividad es muy notoria, sin dudas.

¿Dónde radica entonces la importancia de hacer estos esfuerzos en estudiar a la juventud?

Es importante estudiar todos los temas. Lo que está muy bueno es que nuestros medios académicos hayan ganado en autonomía y en riqueza y que entonces justamente no se dejen organizar por modas, sino que exista la posibilidad de impulsar ciertas zonas, estén o no de moda. Creo que estamos en un momento de las ciencias sociales argentinas de mucha riqueza. Con un gran crecimiento que tiene que ver con el acceso de los jóvenes a becas y financiamientos y a posgraduaciones y doctorados, y eso ayuda muchísimo al crecimiento de la investigación. No creo que haya que privilegiar un tema sobre otro. Esos privilegios tienen que ver con las decisiones y las orientaciones políticas particulares. En ese sentido coincido con los colegas y las colegas que creen que los estudios sobre juventud tienen una centralidad importante por varias cosas: demográficamente siguen siendo núcleos importantísimos en términos de porcentajes relativos en la sociedad; de la misma manera en que hay gerontologías más o menos en crecimiento y bien establecidas, uno diría que es muy bueno que haya juventologías, si se me permite el neologismo. En proporción creo que son más importantes, y esto ya lo digo en términos ético-políticos. Por ahí están pasando algunas de las novedades más fuertes (y no digo necesariamente las más positivas) de las sociedades contemporáneas. Por un lado está la cuestión clásica de que los jóvenes suelen presentar las tendencias más dinámicas en términos políticos y en términos estéticos. Pero es también ahí donde se han cebado los efectos más duros de las décadas perdidas, del neoliberalismo, etcétera. Los jóvenes ahí no es que han sido golpeados, francamente están hechos mierda. Perdón por el exabrupto pero es la mejor manera de describirlo. Y no quiero caer en titulares periodísticos de “los que no estudian ni trabajan”. También los que estudian y los que trabajan están realmente muy golpeados. Yo he escrito más periodísticamente que académicamente sobre jóvenes. Y una de las cosas que he escrito es que nadie sabe muy bien lo que le pasa por la cabeza a los jóvenes contemporáneamente, y lo que es peor, nadie parecía estar preocupado por averiguarlo. En términos académicos sí hay colegas que están muy preocupados en averiguarlo. Y de manera minuciosa, crítica, científica, no con intuiciones más o menos periodísticas o más o menos paternales. Digo paternales porque uno de los puntos de vista que oscurece más de lo que aclara es la posición de “yo tengo hijos, por lo tanto puedo opinar”. Aquí no importa si los colegas tienen hijos o si no tienen hijos, sino que están construyendo conocimiento riguroso a partir de las metodologías y las técnicas que las ciencias sociales nos entregan. En ese sentido, que es ético político, a mí particularmente me interesan mucho más los estudios sobre jóvenes que las gerontologías o los estudios sobre clases medias. Partiendo desde el precepto de que es muy bueno que se hagan ciencias sociales plurales, potentes y creativas sobre todos los ámbitos.

En el Jumic 2011 vas a estar conversando con Carles Feixa. El va planteando las metamorfosis que se van dando en las distintas generaciones de jóvenes desde principios del siglo XX hasta el XXI, y hace una tipología en la que llega hasta las tribus urbanas, y la generación red. ¿Qué características de estas tipologías ves que puedan vincularse con las culturas populares?

Es una pregunta difícil de contestar y la idea es que tengo dos semanas por delante para pensar qué voy a contestar. Pero a ver… en principio no sé cómo está la discusión sobre la categoría misma de tribalismo. Como metáfora es interesante, pero tiene bastantes dificultades. Usar la categoría de tribu es un recurso más o menos fácil. Ahí hay dos cuestiones que a mí me preocupan fundamentalmente. Una es la potencia que sigue teniendo la cultura de masas tradicional como organizador central de la subjetividad de los jóvenes y las jóvenes. Hace muy poquito estaba en una mesa y se insistía sobre el futuro de la comunicación y el futuro de los medios. Se insistía sobre las transformaciones. Y si bien yo estoy de acuerdo con que estamos frente a transformaciones potentes, poderosas, que nadie sabe para qué lado disparan muy bien, decía dos cosas: una, que no hay que casarse con el entusiasmo, que llevó por ejemplo a tres años de investigaciones sobre asambleas populares y piqueteros, que ya no sirven para nada, así como el entusiasmo periodístico con los floggers, que hoy ya nadie recuerda qué son. Entonces hay una cuestión de la transformación, de lo efímero. Hay que tener mucho cuidado con eso. Por otro lado, me parece fascinante lo que permanece. Y todavía la centralidad de la cultura de masas tradicional es enorme. Inclusive accediendo a ella por internet. Y eso es una cosa que me preocupa. Y cuando digo cultura de masa digo Tinelli, pero también digo la música popular, de manera descomunal, en términos de las culturas juveniles, también como práctica, como la cantidad de bandas que siguen surgiendo para hacer música de los colores más distintos a lo largo y a lo ancho de la república, pero también el consumo de la música popular entendida como mercancía de la industria cultural. Por otro lado, la otra cuestión que también tiene que ver con uno de los pliegues de mi trabajo, y que en parte alimenta la discusión sobre la categoría de tribus, es la cuestión de lo corporal y lo simbólico. En un texto de hace unos cinco años que hicimos con José Garriga Zucal, un antropólogo maravilloso, pensando en lo que habíamos encontrado en los trabajos sobre el aguante y la violencia, ahí sugeríamos que había algo de las nuevas posiciones del cuerpo respecto de las identidades, no era que se discutía el giro lingüístico por decirlo de alguna manera, aparecía esto de las identidades que seguían siendo fluctuantes, pero que había lotes de practicantes, todos ellos minuciosamente jóvenes, que parecían afirmar esa identidad de una manera radical en el cuerpo, donde la cicatriz parecía ser más importante que el tatuaje. Teniendo la cicatriz como una marca corporal y el tatuaje simplemente como una inscripción, como otro texto. Y de ahí venía el predominio de esta cuestión de culturas de contacto. Esto es algo que no tengo resuelto, es un tema que me preocupa. Por un lado aparece un énfasis muy fuerte en culturas y socialidades armadas en el contacto, donde el cuerpo es el significante fundamental, donde la violencia aparece con mucha dureza, y además de esto el consumo de drogas y de alcohol, y lo que parecería una… esto lo tengo que decir con mucho cuidado y una gran cantidad de comillas, una pérdida de capacidad simbólica.
Ahora, al mismo tiempo, los sujetos que presuntamente pierden capacidad de simbolizar en el momento en que priorizan su cuerpo como significante en la pelea, en la droga y el alcohol, al mismo tiempo son capaces de producir nuevas textualidades en el uso de internet, de los celulares con los SMS, en el forismo. Ahí hay una tensión que no sé para qué lado puede disparar, o si estamos hablando de nuevas formas de simbolización que se nos escapa a los grafocéntricos que venimos de otras tradiciones y otras experiencias. En fin, esos son los dos grandes bloques: la indiscutida centralidad de la cultura de masas por un lado, y esta tensión entre simbolización y corporalidad.

Contraponiéndose a la idea de que la construcción de identidad y la subjetividad de los jóvenes está desde hace un tiempo vinculada a cuestiones como el consumo o la música, ahora parece haber una apelación a los jóvenes desde la política, o al menos desde el Estado y un poco menos desde algunos partidos de la oposición que también lo están haciendo. ¿Cuál es tu impresión al respecto?

Creo que el kirchnerismo ha sido exitosísimo en instalar esta idea. Pero creo que es más una idea que otra cosa. El kirchnerismo ha producido el giro lingüístico más fascinante de la política argentina, en el sentido de que coloca la discusión sobre el relato, el relato de los medios y su propio relato. Y entonces ha instalado de manera muy eficaz este relato de un presunto resurgir de la militancia juvenil. Por ahora no me convence. Lo que pasa es que no veo que esto tenga tanta novedad. En los ámbitos en los que yo me muevo, que son los educativos y especialmente los universitarios, no puedo hablar de novedad. Lo que encuentro es la persistente militancia de los grupos juveniles que son de las clases medias a las clases medias altas, con cierta politización que arrastran de sus casas, o que encuentran en esos ámbitos tan fantásticos como son las escuelas o las universidades. Y en ese sentido tampoco creo que se pueda hablar de esta militancia neosetentista postperonista, sino que también aparece con mucha fuerza, con la clásica fuerza, la militancia de izquierda, más reformista, más revolucionaria.
Yo creo que estamos más frente a un fenómeno político mediático. No voy a decir que es una invención de 678, porque debe haber algo más que eso. Pero 678 no puede ser nuestro informante. Creo que hay que leer el fenómeno con más cuidado, y leerlo en tiempos largos. Cuando se habla de algo nuevo siempre hay que ponerlo en comparación con algo viejo. Háblenme de series un poco más prolongadas para ver si es que ha crecido la militancia en estos últimos dos años, con respecto a qué.

Acabas de mencionar el tema de 678, sobre el que has escrito un libro muy conocido. Quisiera preguntarte cuales son las principales críticas que se hace al programa, y cuál es tu perspectiva sobre este impulso a la democratización de la comunicación que se ha dado en la Argentina a partir de la ley de medios y la televisión digital.

A mí toda esta situación me enoja más de lo que me alegra. Creo que hay mucho de retórica, poco de transformaciones reales. La Ley de Medios no ha implicado demasiados cambios. E inclusive, teniendo una gran cantidad de rasgos muy positivos, no los ha puesto en acción. Y los que ha puesto en acción no son precisamente los más positivos. Pero al mismo tiempo, lo que a mí me preocupa es que los actores estatales debieran ser aquellos que muestren de manera más radical la potencia de la ley. Esa potencia pasa básicamente por la cuestión de la democratización. Lo que me está entregando el panorama de medios hoy día es que esa democratización no existe. Esto es, que la voz estatal en los medios estatales o paraestatales es muy poderosa, no admite fisuras y no admite discusión.
Esto a veces suena feo, pero yo lo tengo que leerlo en términos biográficos: yo escribí el libro, y nunca más fui invitado a ningún programa de Canal 7. Jamás. Y para escapar a la lógica dicotómica con la cual se mueve el periodismo oficialista y también el periodismo opositor, eso no me valió tampoco ser columnista de La Nación o invitado al piso de TN. Fui minuciosamente excluido de los dos espacios. Entonces, estamos de acuerdo en que Clarín y La Nación se manejen con sus lógicas corporativas de acuerdo a sus intereses, lo sabíamos mucho antes de que 678 lo denunciara, y lo denunciamos mucho antes de que 678 lo asumiera como agenda. Eso no me sorprende. Lo que tampoco me sorprende, si no que ya más bien me molesta, es que aquellos que sostienen que el objetivo de la ley es democratizar y pluralizar no apliquen las posibilidades de democratizar y pluralizar aquello que está en sus manos.
Hay otras cuestiones que están en 678, esto lo señaló muy bien Beatriz Sarlo, que hay una construcción de la información que cualquier graduado de una carrera de comunicación señala con mucha claridad como profundamente autoritaria, y que el argumento de que “bueno, esto es una lucha política”, no alcanza a satisfacer adecuadamente. Y hay otros ingredientes respecto de la implementación de la ley, uno que está en absoluto debate en este momento: uno es el costo de los pliegos, porque nadie puede pagar los precios que está pidiendo el Estado nacional [NdR: el precio de los pliegos oscila entre los 60.000 y 200.000 pesos según las localidades y características de la señal que se licita].
El último dato preocupante es la integración de la autoridad federal, de AFSCA. Los representantes de la academia fueron elegidos entre gallos y medianoche, fueron elegidos por la decisión autárquica de gente que estaba más o menos cerca de aquellos que tenían que decidirlo. Yo diría que, como proceso de democratización, todavía deja bastante que desear.

 


Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Sociología de la Cultura del IDAES-Universidad Nacional de San Martín, y Doctor en Sociología por la University of Brighton, Inglaterra. Es Profesor Titular de Cultura Popular de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la que dirigió su Doctorado entre 2004 y 2010, e Investigador Principal del CONICET. Ha sido Profesor Visitante en diversas universidades en la Argentina y en el exterior (en Brasil, México, Colombia, Uruguay y Gran Bretaña). Considerado como uno de los fundadores de la sociología del deporte en América Latina, entre sus libros se cuentan Fútbol y Patria (2002, publicado en Alemania por Surkamp en 2010) e Hinchadas (2005); Resistencias y mediaciones (2008) y 678. La creación de otra realidad (2010), este último en colaboración con María Julia Oliván. Su especialidad son las culturas populares y el análisis de la cultura contemporánea, y escribió una columna quincenal para el diario Crítica de la Argentina, de Buenos Aires, entre 2008 y 2010.