Las políticas de responsabilidad social de la UCSE

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Por Ana María Feijóo

Lic. En Comunicación Social. Secretaria de Planeamiento UCSE – anamfeijoo@ucse.edu.ar

Las universidades latinoamericanas en general, y las argentinas en particular, nacieron con la Misión declarada de contribuir al desarrollo de sus comunidades mediante la investigación y la formación de profesionales con responsabilidad ética y ciudadana.

En la evolución histórica de estas instituciones, aquella noble misión que las fecundó, muy raramente se materializó en acciones que traspasaran lo discursivo, quedando su iniciativa en manos del profesorado o las agrupaciones estudiantiles. El distanciamiento entre la misión (deber ser) y elhacer de las universidades se profundizó cuando la lógica del capitalismo, ya instalada a nivel cultural, social y económico, impuso parámetros de calidad que poco o nada tienen que ver con el logro de los fines fundacionales de estas instituciones.

En el documento “Política para el cambio y el desarrollo de la educación superior” (París, 1998), la Unesco define la calidad de la educación superior como la adecuación del ser y quehacer a su deber ser. En ese mismo documento se afirma que las universidades deben desempeñar un papel central “en el fomento de los valores éticos y morales de la sociedad, dedicando especial atención a la promoción, entre los futuros egresados, de un espíritu cívico de participación activa […] atender mejor al desarrollo personal del alumno, además de su preparación para la vida profesional”.

Ahora bien, el conflicto se presenta en el deber ser de la Universidad, ya que el concepto de calidad tendrá una estructura multidimensional diferente según sea el aspecto del deber ser que acentúa el grupo que lo significa: estudiantes, académicos, científicos, empleadores, sociedad o Estado. Esto nos indica que las instituciones universitarias no deberían actuar al impulso de demandas sectoriales que traducen una visión de lo humano como recurso, como herramienta que necesita el mercado, sino atender a un deber ser de orden superior: la educación como un fin en sí misma, para el desarrollo de personas autónomas y responsables, productoras y transformadoras del significado y de la historia.

La educación en los valores de justicia, igualdad, solidaridad y equidad, cuyo fin último es el bien común, el bienestar general, comienza desde muy temprana edad. Se supone que tiene sus raíces en el sistema de valores familiar que luego la escuela y más tarde la Universidad habrá de reforzar, o no. Lo cierto es que el sistema social ha trastocado por completo los fines últimos de la acción individual y colectiva (ahora corporativa) que hoy pasan por el éxito, la fama, el dinero. Y las reglas del juego impuestas para obtenerlos son la competitividad y el individualismo.

A cada etapa de madurez biológica (niño – adolescente – joven) le corresponde un nivel diferente de deberes ciudadanos. Si actualmente la escuela no contribuye lo suficiente a la formación en los valores ciudadanos por estar inmersa en un sistema perverso, la Universidad no puede soslayarlos. Es absolutamente pertinente a la Universidad promover los valores que le caben a una persona que se está educando para insertarse laboralmente en la sociedad como profesional.

Desde este posicionamiento axiológico respecto del deber ser de las Universidades, el modelo de gestión de impactos de la Responsabilidad Social, nacido en el mundo empresarial, se presenta como una herramienta imprescindible para concretar la Misión de estas instituciones, en tanto promueve estándares universales basados en fines éticos de desarrollo social justo y sostenible.

La gestión de impactos implica atender los problemas de adentro y de afuera de las organizaciones. En las instituciones universitarias, de acuerdo a Vallaeys (1), se expresan en las políticas de Calidad de vida institucional ejemplar, Formación académica integral de ciudadanos responsables, Gestión social del conocimiento y Participación social solidaria y eficiente. Estas políticas institucionales involucran, según el mismo autor, cuatro tipos de impacto: organizacional (ambiental y laboral), educativo, cognitivo y social. 

El  modelo de la RSU propone un enfoque global y sinérgico para la gestión ética de los impactos de las políticas universitarias. En la Ucse, la política de RSU se encuentra institucionalizada en dos niveles (2): forma parte de los Fundamentos Organizacionales, expresados en su Estatuto Académico; y en el Plan Ético y Estratégico Institucional aprobado por Resolución de Consejo Superior N°350/2011, a través del “Programa de Proyección socio comunitaria de la UCSE” (RCSNº423/2010), que comprende cuatro tipos de acciones:

a)  Concurso anual de proyectos de Responsabilidad Social Universitaria.

b)  Premio Anual a Trabajos Finales de grado

c)  Talleres de capacitación en Responsabilidad Social Universitaria

d)  Talleres de capacitación para la elaboración, implementación y evaluación de proyectos.

Como puede advertirse, el Programa si bien da la posibilidad de desarrollar distintos tipos de voluntariado universitario (3), de algún modo deja librada la acción, la implementación de proyectos, a las iniciativas espontáneas de los miembros de la comunidad Ucse. Al no contemplarse un direccionamiento centralizado del Programa, se relativiza el compromiso institucional con la RSU asumido en los dos primeros niveles de planificación que se señalaron anteriormente. Se hace por lo tanto necesario gestionar estratégicamente el Programa sobre el que descansa el logro del Objetivo Estratégico “Desarrollar un perfil institucional con base en la RSU”, del Plan Ético y Estratégico Institucional; y el alcance de las metas 2020 que allí se trazan: 100% más de personas impactadas (comunidad interna y externa) y 50% de cátedras con contenidos y prácticas socio comunitarias.

Se proponen aquí dos líneas de trabajoEducación y Acción solidaria – para una gestión responsable de los cuatro componentes del Programa, partiendo de la elaboración de un Cuadro de Mando Integral que determine las acciones y el plazo en el que se llevarán a término, los actores implicados, los vínculos externos, los canales de información y los indicadores de evaluación. La evaluación continua y final de los procesos, que forma parte de esta herramienta de planificación, es un elemento imprescindible para la calidad de la gestión.

La primera línea de trabajo- Educación – implica la promoción y sensibilización en RSU: donde el “producto”- el qué – a promover son los valores humanos y ciudadanos; el a quién es toda la comunidad universitaria; y el cómo es a través de talleres instructivos y actividades de voluntariado, la Convocatoria anual del Concurso de proyectos y del Premio a TF, así como la difusión de toda información interna y externa relativa al tema.

La segunda línea de trabajo –Acción solidaria– demanda dos tipos de actividades: a) el relevamiento y sistematización de las actividades de voluntariado en ejecución, de los actores internos y externos ya vinculados y susceptibles de vincular para el desarrollo de acciones solidarias. b) el diseño e implementación de acciones de voluntariado. En esa dirección, cobran especial significación las actividades enmarcadas en el Aprendizaje Basado en Proyectos Sociales (ABPS) que articulan el voluntariado con la formación académica.

 Tapia (4)  identifica tres rasgos que se conjugan sinérgicamente en las prácticas denominadas de “aprendizaje-servicio” o ABPS:  

  • Servicio solidario: atiende necesidades reales y sentidas de una comunidad. Participación activa de los estudiantes desde su planeamiento hasta su evaluación.
  • Articulación intencional de contenidos curriculares y de investigación para el desarrollo tanto de competencias profesionales como ciudadanas.

El carácter multidimensional de los impactos positivos derivados de las actividades de aprendizaje-servicio hace difícil una nítida delimitación de ellos, pero se puede afirmar que el ABPS es un modelo pedagógico transformador porque: 

1) Articula la dimensión ética solidaria con la dimensión política emancipadora: El ABPS permite encauzar los valores de solidaridad, generosidad y compromiso presentes en los jóvenes hacia la transformación de la realidad mediante la identificación y solución de los problemas prioritarios de la sociedad, especialmente de los sectores más vulnerables. 

2) Desarrolla inteligencia social: Su alcance pedagógico excede la población estudiantil ya que involucra al conjunto de la comunidad interna y a actores externos de la sociedad civil, configurando una verdadera “comunidad de aprendizaje” en la que se establece una interacción dialéctica entre el conocimiento de los especialistas y el de los actores de la sociedad.  

3) Genera y facilita el acceso al conocimiento necesario y pertinente: El abordaje de una realidad compleja permite superar la distancia que separa a la ciencia de la sociedad debido a la fragmentación del conocimiento en compartimentos disciplinares estancos y en la hiperespecialización. La complejidad de la realidad exige un abordaje holístico en el que se desdibujan las convencionales fronteras disciplinares para dar lugar a la interdisciplinariedad, la multidisciplinariedad y la transdisciplinariedad.

 “El voluntariado universitario es una decisión política que se toma conscientemente y con total autonomía desde la Universidad. Esta decisión implica pensar al voluntariado como uno de los factores dinamizadores de la misión universitaria”, señala Ojea, Director del Programa de Responsabilidad Social Universitaria y Voluntariado Universitario de la Universidad Tecnológica Nacional. Para las universidades que, como la nuestra, tienen como fundamento organizacional el impulso de las transformaciones sociales que el contexto histórico les exige, el ABPS implica una reforma de corte político- ideológico sustancial en el sentido, la razón de ser de la enseñanza.  

Notas 

1- VALLAEYS, François: “La Responsabilidad Social Universitaria: ¿Cómo entenderla para quererla y practicarla?”, Pontificia Universidad Católica del Perú (pág. 4). Material de lectura del Curso Nacional de gestión del voluntariado universitario 2013. 

2- Agencia Andaluza de Voluntariado, “Manual de buenas prácticas de voluntariado universitario” pág. 17. 

3- Voluntariado oferta: en el que la propia universidad propone los proyectos a desarrollar; Voluntariado de demanda: en el que un estudiante tiene la posibilidad de generar o proponer iniciativas de voluntariado; Voluntariado acreditable: permite la obtención de créditos y/o beneficios para quienes lo llevan adelante;  Voluntariado obligatorio: son las intervenciones incluidas en la currícula y cuyo cumplimiento es condición para la graduación universitaria. 

4- TAPIA, María Nieves: “La contribución de las organizaciones juveniles latinoamericanas al voluntariado social de las universidades: ¿qué se aprende cuando se participa?” Material de lectura del Curso Nacional de gestión del voluntariado universitario 2013.