Por Marta Gerez Ambertin |
Doctora en Psicología UNT / Docente UCSE – diotima@rcc.com.ar |
Tanto en planes de tesis de posgrado como en presentaciones de proyectos de investigación, inclusive en la fundamentación de cursos de posgrado, se suele utilizar el cliché: “la pregunta que guiará el trabajo es…” cuando se intenta “justificar” el curso, la tesis o el proyecto de investigación. Considero que es un error. En lo que sigue argumento sobre ello. Resulta más que obvio que la trayectoria intelectual de un trabajo hubo deiniciarse con alguna pregunta (inclusive si ella estuvo mal formulada en sus inicios). Es archiconocida la anécdota según la cual la ley de la gravedad fue establecida por Newton a partir de la pregunta “¿por qué una manzana cae al suelo y no sale disparada al cielo?” Carece de importancia si la anécdota es cierta o no. Lo que quiero decir es que, ante los hechos, todos nos preguntamos en algún momento “¿por qué ocurre esto?” Bueno, no todos; lamentablemente suelen ser mayoría los que no se preguntan nada y mucho menos ensayan respuestas sobre lo que ven (o creen ver). Pero quien lee esto no ha de pertenecer a ese grupo el cual, generalmente, tampoco lee nada. Continuemos. Uno “ve” algo que le llama la atención y se pregunta “cómo es eso, por qué es eso, a qué responde, etc.”, averigua un poco (en realidad mucho) y presenta eso como un curso de posgrado, un proyecto de investigación o un plan de tesis de posgrado. ¿Está mal? No. Lo que está mal es presentarlo como: “la pregunta que guiará (o guió) este trabajo es….” y ello así porque lo que presentamos a nuestra comunidad disciplinar no es nuestra pregunta, ¡es nuestra respuesta! Imaginemos lo ridículo de presentar nuestro trabajo diciendo: “En 1992 yo no sabía nada sobre el superyó en la clínica psicoanalítica, pero luego de escuchar una conferencia de Juan Pérez me pregunté «¿es importante el superyó en la clínica psicoanalítica?», como me pareció que «sí» me puse a investigar sobre el tema; por eso, la pregunta que guió mi trabajo fue «¿es importante el superyó en la clínica psicoanalítica?»”. Pero, ¿a quién podría importarle esto?, ¿a quién puede importarle lo que yo sabía o ignoraba en 1992?, ¿a quién puede importarle las preguntas que me hice (o dejé de hacerme) cuando encaré mi investigación sobre el superyó? En síntesis: ¿a quién le importa mi historia intelectual? Probablemente a las 2 o 3 personas que me quieren, pero no es a ellas a quienes presenté mi tesis doctoral sobre el superyó en la clínica psicoanalítica. Inclusive, en el (imposible) supuesto que hubiera millones de interesados en lo que yo me pregunté o pregunto: ¿a quién le es necesario o importante –para su desarrollo intelectual, académico o profesional– lo que yo me pregunté o pregunto? Mis alumnos del Doctorado en Psicología de la Universidad de Buenos Aires están interesados en las respuestas que tengo para el superyó en la clínica psicoanalítica, y por eso hace 15 años que concurren a mis cursos, cursos que deben pagar y a los que llegan después de largos y costosos viajes desde el interior del país. ¿Quién invertiría tiempo y dinero para escuchar las muchas preguntas que pueda yo tener sobre algo, aún cuando ese “algo” fuera muy importante o yo lo fuera? Todo esto viene a cuento porque remite a eso que en tesis, proyectos o cursos debe estar indicado aunque fuera tácitamente: las hipótesis. Y, ¿qué es una hipótesis? Una respuesta. Adviértase que uso el indeterminado “una” respuesta. Sólo una bestia o un dios (para parafrasear a Aristóteles) diría que la suya es la respuesta. Cuando advertimos una “situación problemática” (el “problema” al cual supuestamente nuestra tesis, proyecto o curso intenta aportar soluciones) ensayamos respuestas (hipótesis) y es eso lo que presentamos a nuestra comunidad disciplinar. Los textos más importantes en nuestras áreas del conocimiento son, en realidad, amplias hipótesis que, agrupando muchos datos dispersos los aclaran mediante su aproximación y suscitan todo un trabajo futuro de verificaciones, rectificaciones, destrucciones, reconstrucciones. ¿No es esto, acaso, la teoría psicoanalítica freudiana? ¿No es esto, acaso, el estructuralismo o la teoría de la relatividad? Uno puede estar o no de acuerdo con estas teorías, pero guste o no son un conjunto de hipótesis (que conforman una teoría) que pretenden explicar el mundo (o una parte de él). Los que trabajamos en humanidades o ciencias sociales solemos “achicarnos”ante palabritas como “hipótesis” que creemos reservadas a los que hacen física, matemática o química. Pero decir que la hipótesis es la respuesta a un problema no es lo mismo que decir que es cualquier respuesta producida en una noche de insomnio o en un arrebato creativo. Ante nada: una hipótesis puede tanto ser una “explicación” como una “solución” propuestas lo cual implica, a la vez, que hay “respuestas” (hipótesis) tanto para “explicar” como para “solucionar”. Veamos. Ante el “problema” del incremento del embarazo adolescente podemos ensayar hipótesis tanto para “explicarlo” como para “solucionarlo”. Uno puede “explicar” muy bien algo sin por ello tener la fórmula para solucionarlo. Lo inverso no es posible: no es posible tener la solución de algo de lo cual se desconocen las razones de por qué ocurre. Daré un ejemplo actual: la mayoría de los analistas “explican” la crisis económica europea por la adopción de una moneda única (euro); pero este consenso no se da en las “soluciones” que se proponen las que van desde abandonar el euro hasta expulsar a los países más débiles (Grecia, Irlanda, etc.) de la zona euro pasando por decenas de variantes. Entiendo que muchos no se atreven a presentar su trabajo como: “una respuesta al problema de…” creyendo (falsamente) que si dicen: “las preguntas que guiaron este trabajo sobre el tema de…” los evaluadores (o lectores) serán más piadosos. Como si la condición para la lectura, evaluación o aprobación de nuestro trabajo fuera una humillación previa y como si los evaluadores fueran dioses a los que hay que sacrificar la honra, implorar clemencia, mostrarse humilde. Si hemos trabajado mucho y bien, si hemos consultado la bibliografía más importante sobre un tema, si hemos pensado sesudamente, confrontado todo lo posible, analizado hasta las últimas consecuencias a las que podemos llegar, lo que ponemos a consideración de nuestra comunidad disciplinar, en síntesis: si hemos sido serios y rigurosos (y todos saben lo que ello implica), nada de eso es necesario. Si para elaborar nuestra hipótesis (respuesta) hemos trabajado 50 textos (adviértase que digo “trabajado”, no “leído”: leer lee cualquiera, trabajar sólo algunos) estaremos en condiciones de enfrentar cualquier evaluación o evaluador; si fue sólo un texto… pues habrá que decir “la pregunta que guía este trabajo es…” porque, ¡aceptémoslo! no es posible que luego de (sólo) leer un libro hayamos encontrado la respuesta a algo, por simple que ese “algo” sea. Excepto, claro, que uno fuera “una bestia o un dios”, esos dos únicos seres que, según Aristóteles, no vivían en polis (y, obviamente, tampoco leían libros, se preocupaban por dictar cursos, elaborar proyectos o tesis o presentar proyectos de investigación). Referencias Bibliográficas Schmelkes, Corina: Manual para la presentación de anteproyectos e informes de investigación (tesis). México: Harla. 1988. |