Por Gesi Brunás / Texto realizado a partir del Trabajo Práctico “La descripción”, de la cátedra de Taller Integral de Primer año de la Licenciatura en Comunicación Social, Ucse |
Me encuentro parada sobre el cantero de un bulevar, donde solo aquella persona que viva en esta provincia sabe su nombre. Probablemente alguien de pasada pueda distinguir qué palabras esconde ese cartel azul, que generalmente indica el nombre de la calle y en qué altura nos encontramos, pero a mí eso no me interesa en este momento. Solo me encuentro yo, mi papel y ese objeto de forma circular que derrama tinta de color azul, en este caso, que muchos suelen llamar lapicera, bolígrafo, birome o pluma. Me detengo en un preciso punto, el cantero del bulevar, para poder observar el café que se encuentra a mi derecha, en donde entran y salen personas que desconozco totalmente, a tal punto de que comienzo a mirar detenidamente a cada una de ellas, viendo cómo el viento hace dar un movimiento a la ropa que llevan puesta; sin darme cuenta subo mi mirada a su rostro, pero estoy tan concentrada en el viento que también hace mover mi ropa y no llego a ver el rostro de cada persona. Después de unos segundos una hoja golpea mi cara, y me hace volver a la realidad, al ruido de los autos y motos que pasan a mi alrededor y por fin puedo distinguir la cara de las personas, sintiendo su mirada penetrante, y me pongo a imaginar que podrían pensar al verme observarlos y, luego, anotando en esta hoja de papel. Los vehículos pasan por mis costados en tiempos distintos y en direcciones contrarias, indicándome lo que sé. Estoy parada en un bulevar y hay un semáforo que solo algunas personas respetan. De pronto veo a una persona corriendo por la vereda de mi derecha y es ahí donde yo soy la persona que se pregunta el porqué y empiezo a imaginar su vida, a inventar posibles nombres, problemas y hasta, porqué no alegrías; pero me distraigo con una mujer que pasa a mi lado acompañada por sus dos hijas, probablemente, y es en ellas donde me detengo al ver que cuando terminan de cruzar la calle corren hasta llegar a un auto, al cual no le presto mucha atención, y puedo notar que se abrazan y que posiblemente hace mucho tiempo que no se ven. Sin darme cuenta comienzo a recordar mi pasado, quedando hipnotizada, como perdida en sueño profundo, pensando en aquellos abrazos dados y recibidos por parte de lo que alguna vez fue mi familia; siento escalofríos y el viento frío que entra por la parte de abajo de mi pantalón y recorre todo mi cuerpo, y es entonces cuando me doy cuenta de que esos momentos no van a volver jamás. De mi mejilla se origina un hilo de agua, que quizás no lo haya esperado, con una de mis manos tomo mi campera y con la otra me seco esa lágrima que cayó por accidente. Unos segundos después, siento que algo me lleva hacia adelante y percibo una voz que me dice “perdón.”; logro reaccionar y no comprendo qué hago en ese lugar, y justo en ese momento. Decido regresar y no pensar en nada más. |