Acto, conducta y comportamiento

23298

Por Alicia Asfora
Psicóloga especializada en Comunicación Humana y Terapia Familiar. Docente Ucse Dass y Ucse Sede Central – aliasfora@hotmail.com

Toda acción llevada a cabo por alguien en forma individual, es un acto.
Se entiende entonces, que todo acto es un acto individual cuando no hay quién o quiénes para observar lo que hace o deja de hacer, además de quien está ejecutando dicho acto.
Por otro lado, dado que el acto es una acción llevada a cabo por alguien en presencia de “nadie”, ese “alguien” (o sea, la persona que está actuando) es el único que le da significación a esa acción.

Cuando el acto es llevado a cabo en presencia de alguien, se transforma en conducta.
Se entiende entonces, que la conducta es relacional, ya que se trata de un “acto para otro (u otros)”.

La conducta se manifiesta en la relación y porta doble significado: el que le otorga quien la muestra y el que le otorga quien (o quienes) la observa(n).

En este sentido, y siguiendo el enunciado del primer axioma de la Teoría de la Comunicación Humana, en interacción, todas nuestras acciones o actos son conductas y tienen valor de mensaje, en tanto poseen significado, o un ‘para qué’ específico, para cada uno de los interactuantes. Y, mientras que cuando se actúa sin compañía, sólo uno le otorga significado a sus actos, cuando nos conducimos en compañía de los demás, tenemos que contar con lo que nuestras conductas significan para cada uno de los que estamos interactuando en un momento dado.

El comportamiento tiene que ver con las conductas socialmente esperadas.

Se entiende entonces, que el comportamiento es social, ya que se trata, en general, de las conductas (y sus significados) que cada cultura o sociedad ha ‘pautado’ para sus integrantes.

Las formas o maneras de comportarse de cada quien, incluyen no sólo las conductas aprendidas que en conjunto han conformado comportamientos esperados -de acuerdo a las pautas, patrones o programas culturales del grupo étnico al que pertenecen-, sino, también, aquellas particularidades comportamentales que cada individuo ha incorporando de lo aprendido en su núcleo familiar (incluso, aquellas pautas de comportamientos que se “heredan”, en el sentido de ser transmitidas a lo largo de generaciones, y que le otorgan un ‘rasgo’ peculiar a esa familia y a cada uno de sus integrantes).

Es decir, que en una situación particular, en una determinada cultura, de una determinada sociedad, se espera un determinado comportamiento (tanto verbal como no verbal) que lo social juzga como conductas apropiadas para determinadas situaciones -y de acuerdo a determinados roles-, y que no sólo se transmite de generación en generación, sino que, también, va variando con los cambios sociales.

Las pautas de comportamiento (familiar, social, cultural) las proponen los individuos en interacción, a través de sus conductas. Estas pautas se determinan por los ‘acuerdos’ a los que se llegan cuando se analizan los significados que se les otorgan a dichas conductas y sus efectos.

Si analizamos estos conceptos desde un punto de vista circular, y partiendo arbitrariamente, podemos arriesgar la hipótesis de que nuestro comportamiento determina -y a la vez depende de- nuestras conductas; que éstas determinan -y a la vez dependen de- nuestros actos individuales y que éstos, a su vez, determinan -y a la vez dependen de- los comportamientos esperados.

Al reflexionar sobre nuestros actos individuales y nuestras conductas en relación -teniendo en cuenta: a) nuestra particular manera de ver las cosas (que no siempre es la misma: cambia con nuestro estado de ánimo, en muchos otros factores); b) que esto contribuye a darle sentido a tales conductas; c) que nuestras conductas tienen un significado particular para los demás y d) evitando desconocer lo esperado socialmente (en cuanto a nuestro comportamiento en determinada situación) y los mecanismos que regulan el sostenimiento de tales comportamientos globales-, caemos en la cuenta de que cuando nos encontramos interactuando con otro individuo, se juega un mecanismo comunicativo mucho más complejo, donde palabras, gestos, movimientos, posturas corporales, tonos de voz, la hora, el lugar, el entorno, el clima, etc., influyen en forma suficiente como para contribuir a generar comportamientos que hacen de cada contacto social, un contacto que, además de programado, en cuanto a las conductas esperadas, es inédito, y que nuestra propia contribución comportamental frente a las situaciones que se nos presentan, depende, en principio, de que cada quien quiera o no ‘jugar’ tales conductas en beneficio de la relación.

Es en esta dinámica -donde se puede rescatar lo inédito y particular de los comportamientos de cada quien en cada oportunidad de encuentro ‘microsocial’- donde se observa el aporte a las pautas comportamentales en lo ‘macrosocial’.


Bibliografía consultada

-Makinistian, Rubén León; “Comunicación Humana y Sistemas Humanos” (Recorrido de ideas, 1984/1990). S.E. Sociedad Editorial, Rosario, Santa Fe, Argentina, 1991

-Russell, Bertrand; El conocimiento humano. Editorial Planeta, Bs.As., 1992

-Satir, Virginia; Psicoterapia Familiar Conjunta. La Prensa Médica Mexicana, México, 1980

-Watzlawick, Paul; Beavin, Janet Helmick; Jackson, Don D.; Teoría de la Comunicación
Humana. Editorial Herder, Barcelona, España, 1983

-Winkin, Yves; La nueva comunicación. Editorial Kairós, Barcelona, 1994.