Por Ernesto Picco |
El reconocido psicoanalista argentino arremete contra ciertos resabios colonialistas a la hora de reafirmar la identidad analítica argentina. Tras participar del Congreso Internacional de Derecho Psicoanálisis y Ciencias Sociales en la UCSE, el Dr. Volnovich nos concedió una entrevista en la que no escatimó significantes y aseguró que “el psicoanálisis es como el peronismo”, al indicar la diversa cantidad de vertientes que hay en nuestro país. Además compartió momentos que marcaron su opción analítica por los niños; refirió consecuencias subjetivas de las culturas contemporáneas, y se pronunció sobre las ya clásicas anunciaciones de muerte del psicoanálisis. Volnovich fijó su perspectiva ante temas delicados de la comunidad analítica como las instituciones del psicoanálisis y las relaciones de los analistas con la política. Disparó contra Lacan: “siempre me llamó la atención una actitud tan pobre hacia la política”. A continuación el testimonio de un hombre de los orígenes del movimiento psicoanalítico argentino. ¿Por qué se interesó por el psicoanálisis de niños? Bueno ahí hay una marca muy personal, y es que mi padre era pediatra, era médico de niños. Yo me crié en una casa con roles muy tradicionales, mi mamá era mi mamá y mi papá era mi papá y tenían características muy tradicionales. Lo que yo mamé desde muy pequeño es que de los niños se encargaba mi papá, no mi mamá. Eso fue fundamental cuando empecé a trabajar como psicoanalista. Lo curioso es que mi hermano también es médico, también psicoanalista y también de niños. Pero hay algo más todavía. Cuando empecé a trabajar como psicoanalista descubrí que el psicoanálisis era algo muy largo, de muchos años, y en cierto sentido muy tedioso. En cambio el trabajo con los niños era mucho más ágil, primero porque los tratamientos con los chicos eran más cortos y segundo porque mientras con los adultos era puro bla bla, con los chicos uno jugaba. Las sesiones de análisis con los pibes eran jugando. Mi espíritu inquieto no daba tanto para estar sentado ocho horas. Y además porque siempre en general descubrí que los pibes me fascinaban en cuanto a descubrir cómo pensaban, lo que sentían, las explicaciones que daban sobre el mundo que los rodeaba si uno no les imponía la propia. En el tema de la transferencia con los niños: ¿Habría alguna diferencia con los adultos? Sí. En el análisis de niños hay varias transferencias. Está la de los padres con el analista. La de los chicos que llegan con el analista. Y eso me parece que en general más cuando uno trabaja en una institución y yo comencé a trabajar con niños en una institución en un hospital en el servicio de psicopatología de un hospital empecé a descubrir que hay varias transferencias: la transferencia con el servicio, con la institución; la de los padres con el analista específico, y la transferencia del niño. Muchas veces los niños cabalgan y desarrollan su propia transferencia sobre la transferencia de los padres. Los padres tienen una confianza muy grande y traen a un chico y el chico a veces cabalga sobre esta transferencia y también lo contrario. A veces cuando los padres tienen una actitud muy hostil por lo que fuere, los chicos a veces se hacen eco tanto para contradecirlo como para suscribirlo. Para dar un ejemplo muy claro, el papá de un chico que viene y me dice “mire doctor, cuando yo tuve que elegir un analista para mí me costó mucho trabajo encontrar alguien que yo tuviera confianza, pero buscar un analista para mi hijo es mucho más difícil todavía tener confianza en quién yo voy a depositar la salud mental, el futuro de mi hijo. Imagínese lo que para mí significa venir a pagarle a usted para que él hable mal de mí”. (Risas) O bien otros pibes que hacían lo siguiente. Salía de la sesión y cuando la mamá le preguntaba cómo le fue el comentario del chico era el siguiente: “Juan Carlos me dijo que todos los problemas que yo tengo son por tu culpa”. Y la mamá venía indignada… pero tiene que ver con esa cizaña que a veces marcan los chicos entre el analista y los padres que a veces es lo contrario, los chicos actúan una transferencia negativa o una hostilidad de los padres hacia uno. ¿Podría indicarnos alguna de las que usted ve como características de las nuevas subjetividades del siglo XXI atravesadas por las nuevas tecnologías? En realidad no es un problema de las nuevas tecnologías sino de los cambios culturales que se han producido. Y de los cambios en las subjetividades, en cierto sentido hay una coexistencia de lo viejo y de lo nuevo, y como toda etapa de transición hay cuestiones de lo viejo que todavía subsisten, hay cuestiones transicionales y otras novedosas. Lo novedoso sí es que no hay una hegemónica. En la etapa anterior había una hegemónica, estaba la cultura del esfuerzo, de que con el esfuerzo uno lograba triunfar, y uno podía suscribir a eso o estar en contra, pero ese era el parámetro. Hoy en día la cosa no es así. Hoy en día hay muchas culturas, muchas subculturas, con muchas estéticas y valores diferentes. Y ninguna tiene la suficiente fuerza como para subordinar a las otras. Eso quiere decir que todavía hay chicos que hacen del esfuerzo, del estudio las condiciones de su incorporación en la sociedad, hay otros que por el contrario tienen un desprecio tremendo por las cuestiones convencionales de la cultura. Eso ha generado, más por los medios que por la realidad, tipificar esas subculturas como tribus urbanas en el caso de los adolescentes a los emos, los floggers, los punks. Pero esa tipificación es más forzada que lo que uno puede ver, porque hay mucho tránsito de una a otra. No hay identidades fijas ni convalidadas. Hay mucha circulación. Y tienen características diferentes. Hay pibes a los que no les importa nada las cuestiones del éxito, por ejemplo; o de aquellos recursos que podrían facilitar la incorporación al mercado laboral. Hoy en los adolescentes todo se juega por el lado de ganarse la vida, en aprender a ganarse la vida. El pasaje de la adolescencia supone la incorporación en dos aspectos: el de la producción y la reproducción. Es decir, coger y tener hijos y trabajar y ganar dinero. Son las dos cosas que marcan la diferencia con los chicos y los grandes. El gran problema no está tanto en la sexualidad, aunque también ahí hay enormes cambios, por el Sida por ejemplo, y por todo lo que aparece ahora como cambios tecnológicos en la profesión. Es decir que por primera vez en la historia de la humanidad se ha podido separar el cuerpo de la mujer de la procreación, a partir de la fertilización asistida, del alquiler de vientres, de los chicos de probeta y eso es un cambio muy significativo porque ahí hay cuestiones que tienen que ver con la iglesia, con esta concepción de que el sexo es para procrear, y después de separar el sexo de la procreación lo que queda es sexo por placer. Entonces ésta es una de las nuevas tecnologías que han impactado fuertemente y sobre todo los anticonceptivos para las mujeres que permiten separar sexo por placer de la procreación. Y el Sida como una amenaza. Por otro lado está la incorporación en la producción que supone esta reconversión neoliberal de la economía mundial, con un mercado expulsivo donde la imagen del estado moderno anterior de que si uno trabajaba, con un mejor o peor trabajo iba a poder ganarse la vida. Y que las mujeres iban a ser un ejército laboral de reserva para cuando haya plena ocupación de mano de obra masculina. Todo esto cambió radicalmente. Esta reconversión hizo que cambiara y que tuviera el mercado laboral una conducta muy expulsiva con respecto a los varones y las mujeres. Para los varones más que desempleo lo que hay es precarización laboral. Y esto cambia radicalmente la relación entre los sexos. Y esto genera que las familias que tienen hijos están muy preocupadas por capacitar a sus hijos y sus hijas para que una vez adultos puedan ganarse la vida. ¿Cuál es su posición sobre las instituciones psicoanalíticas o la institución del psicoanálisis? Lo que pasa es que vivimos en la Argentina y la Argentina es como la meca del psicoanálisis, por alguna razón que nadie ha explicado convincentemente. El psicoanálisis aquí ha tenido un desarrollo inconmensurable. Y a pesar de que los psicoanalistas argentinos como psicoanalistas de países periféricos nos consideramos que somos la copia diferida y deficiente de un original metropolitano que está en París o en Londres, lo cierto es que si uno va a París o a Londres, el original no está, no existe. Somos la copia de un original que no existe. En ninguna parte del mundo hay un desarrollo como el que hay acá. Y aquí hay un desarrollo amplísimo. No se puede hablar de un psicoanálisis. Hubo una época en que había uno. Hoy en día, yo además, junto a otros, contribuí a romper ese monopolio cuando denunciamos con el grupo Plataforma a la Asociación Psicoanalítica Argentina que tenía el monopolio del psicoanálisis. Hay muchos psicoanálisis. El psicoanálisis es como el peronismo: hay muchos, hay izquierda, hay derecha, hay hasta gente de centro, mirá, hay de todo. Hay chantas, hay serios, hay lacanianos, hay algunos que están en instituciones, otros que están fuera, hay instituciones más chiquitas, otras un poco más grandes pero ninguna es hegemónica. El psicoanálisis lacaniano sí tiene más peso, pero hay tantas escuelas de psicoanálisis lacaniano, pero son tantas parroquias de una misma iglesia, que si alguien dijera “si yo quiero ser psicoanalista qué tengo que hacer, con quién tengo que estudiar, a dónde tengo que ir”, no sabría qué decirle porque hay muchos grupos psicoanalíticos, algunos más serios, otros más chantas. En una entrevista usted llegó a decir “la política se constituyó en un punto ciego, el escotoma del dispositivo teórico de Lacan” ¿Cómo ve la relación de los psicoanalistas con la política? Efectivamente dije eso porque me impresiona mucho eso. Me impresiona la erudición en general de los propios lacanianos, quienes toman como base y modelo de identificación al propio Lacan que era una figura de un grado de inteligencia y de apertura a los discursos de otras disciplinas absolutamente increíble. Lacan no sólo era un tipo inteligentísimo y culto sino también un tipo muy abierto a otros discursos de otras disciplinas, a las matemáticas, a la antropología, a la filosofía. El campo científico, el de la cultura, de las artes, los transitaba, abría y sumaba a sus reflexiones teóricas psicoanalíticas. Siempre me llamó la atención que siendo tan abierto tuviera una actitud tan pobre con respecto a la política. Y eso se nota también en los discípulos que han tenido una actitud muy indiferente. Si uno les pregunta a los psicoanalistas lacanianos, en general, cuáles son sus posiciones políticas, no tienen, o a lo sumo quedan reducidos a hablar maravillas de la democracia y están en contra de los regímenes totalitarios. Poco. Muy poco para un discurso tan rico. Pero en general parecería como si fuera una decisión de los psicoanalistas lacanianos no involucrarse como si fuera un pecado o fuera a arruinar sus reflexiones. Y se conforman con hablar maravillas de la democracia. Y por supuesto no son neutros porque con esto convalidan el establishment. Y para colmo uno no puedo ignorar que el auge del lacanismo en Argentina coincidió con el auge de la dictadura militar más feroz que tuvimos. Cuando con el Grupo Plataforma rompimos el monopolio de la Asociación Psicoanalítica Argentina en el año ‘71, quedó abierto un espacio que no lo ocupamos quienes llevamos adelante este movimiento porque de los quince miembros, catorce tuvimos que exiliarnos y a otro lo desaparecieron. Abrimos un espacio que no pudimos ocupar, y que fue el momento de auge y desarrollo del lacanismo en la Argentina que coincidió con el período de la dictadura militar. Esa coincidencia ha llevado a comentarios de que el lacanismo fue funcional a la dictadura militar. Yo creo que es injusto, creo que la producción lacaniana que coincidió con esa época justamente fue un refugio para que algunos pudieran seguir escribiendo y produciendo en una etapa tan oscura. Pero lo cierto es que la política de las instituciones lacanianas fue fatal. Yo en esa época estuve exiliado en Cuba, y me dediqué a ir a cuanto foro internacional había para denunciar la falta de derechos humanos en la Argentina. Como los lacanianos hicieron congresos acá multitudinarios, cuando salían al exterior, los líderes franceses del lacanismo les preguntaban si en Argentina había represión ellos decían “no, yo soy de la Argentina y puedo decir lo que quiero”, y nos arruinaban todo lo que hacíamos para sensibilizar a los organismos internacionales para que se pudieran mandar comisiones investigadoras. Institucionalmente fue un desastre. En el Congreso Internacional de Jerusalén, que se hizo en el año ‘78 o ‘79, un grupo de psicoanalistas latinoamericanos propuso al final del congreso sacar una declaración condenando la falta de derechos humanos en Argentina y los psicoanalistas argentinos se opusieron. ¿Cuál le parece a usted que es el psicoanálisis por venir? Yo desde que empecé a trabajar como psicoanalista vienen anunciando que el psicoanálisis está por morir. Cuando te hablaba de las instituciones, yo comencé trabajando, incluso en el último momento de mi carrera como médico, comencé trabajando en el Policlínico de Lanús en el servicio de psicopatología. Fue el primer servicio de psicopatología en un hospital general. Antes la salud mental estaba en los manicomios. Yo empecé ahí trabajando con chicos y ahí había muchos profesionales de mucho prestigio. Goldemberg (Mauricio) era el jefe. Yo era muy chico, tenía 21 años. Y recuerdo que Carlos Sluzki, él era ya una figura de mucho renombre y mucho mayor que yo, me puso una mano en el hombro y me dijo “mirá pibe, el psicoanálisis está muerto, dedicate a la teoría sistémica”, que estaba muy de moda entonces. Desde entonces me vienen anunciando que el psicoanálisis se va a morir. A mí me importa muy poco que el psicoanálisis como profesión liberal se acabe. Pero yo hasta ahora estoy seguro de que no hay una teoría más sólida, más consistente que el psicoanálisis para dar cuenta de la constitución del aparato psíquico. Y mientras esta y esa práctica subsista, y no venga otra a reemplazarla, no habrá finalizado. Cuando se habla de la muerte del psicoanálisis se habla de esto como práctica liberal, como práctica de consultorio. Y eso me importa tres pepinos si desaparece, mientras no desaparezca el trabajo de investigación sobre el inconsciente. Para cerrar, ¿Qué palabras le dirigiría a las nuevas generaciones de psicoanalistas o de personas que estudian psicoanálisis, con la trayectoria que usted tiene y como ha sido testigo de la situación analítica de nuestro país? No, yo creo que este es el momento de terminar la entrevista y de callar. Porque cualquier cosa menos bajar línea o dejar algún consejo. Sí en todo caso lo que podría decir que el futuro también se construye con la construcción de la historia, del pasado, la reconstrucción de la memoria. Y lo que yo pude ver es que lamentablemente, la dictadura militar y los regímenes totalitarios se encargaron mucho de fragmentar a la memoria y de hacer cortes que hace que las nuevas generaciones no tengan ni idea de lo que se produjo antes. Sin capitalizar ese pasado, esa historia, me parece que es muy difícil llevar adelante un proyecto. Creo que con los recuerdos hay que armar una memoria de lo transitado, y después seguir creciendo. Juan Carlos Vonovich es médico y psicoanalista especializado en niños. Se formó en el Instituto de la Asociación Psicoanalítica Argentina al que renunció integrando el Grupo Plataforma en 1971. Durante los años de la dictadura militar en la Argentina (1976-1983) trabajó en el Hospital William Soler de La Habana, Cuba. Ha escrito numerosos libros entre los que se cuentan, Ir de putas: reflexiones sobre los clientes de la prostitución (Topia, 2010), Si querida: el poder de los sometidos (Sudamericana, 2006), entre otros. |