Peripecias y logros de un sachaperiodismo. Una descripción al interior del periódico El Coyuyo.

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Por Héctor Andreani
CONICET – UNSE – hectoralfredoandreani@yahoo.com.ar

Esta nota tiene muchos ribetes, problemas, logros y planteos futuros. Se trata de describir (un poco desde adentro pero también desde un afuera de nosotros) cómo funciona El Coyuyo te Canta la Justa[1], un colectivo que ejerce (algo así como) un sachaperiodismo en Santiago del Estero desde hace 3 años. Hacer periodismo como podemos, con lo que tenemos a mano y las ganas que disponemos, sería la descripción provisoria de “sachaperiodismo”. Veamos.

Comienzos y críticas

El Coyuyo comenzó con una pareja de amigos que vivía en una localidad rural del departamento Alberdi. Dado el contexto muy particular de localidades rurales, organizaciones campesinas, técnicos agropecuarios, asambleas vecinales, partidos políticos, etc., El Coyuyo comenzó con muchos temas estrictamente locales, referidos a conflictos y usurpaciones de tierras, obras gubernamentales perjudiciales a la población, ataques de terratenientes a familias, entrevistas a abogados y gestores cercanos a sectores campesinos, y poesías desconocidas de personas que se acercaban al periódico.
El modo de venta coincidía con el modo de recolectar información: sencillamente, uno de los integrantes recorría los poblados vendiendo El Coyuyo, en moto, y de paso grababa entrevistas, recogiendo las problemáticas que iban apareciendo en cada “puesto” de venta.
Esta forma de “hacer noticias” generó muchas reacciones positivas y negativas. Por ejemplo, algunos vecinos se enojaban porque no “salía” la nota que les hicieron a ellos (y esto por cuestiones de espacio del periódico), o alguna organización campesina festejaba determinada nota, y al mes siguiente la misma organización repudiaba a El Coyuyo por otra nota que los perjudicaba. O una entrevista a alguna persona, que era “bien vista” en algunos sectores, y en otros sectores era “mal vista”. Tengamos en cuenta que el periódico hacía un “rejunte” de notas, en medio de un contexto geográfico muy desfavorable, casi imposible de realizar con las formas clásicas de hacer periodismo. Sencillamente, se hacía periodismo con lo que se tuviera a mano. Y esto era estar en medio del “barro” discursivo que circula en el ámbito rural: disputas entre diversos agentes rurales, técnicos, organizaciones, elecciones partidarias. Era imposible “caer bien” a todas las personas. Ese “estar en el medio”, convertía a El Coyuyo en un medio muy interesante, precisamente por esa misma trayectoria llena de tensiones. ¿Entienden los lectores ahora por qué El Coyuyo devenía en una práctica de sachaperiodismo? Sigamos.

Ciudad y operatividades

Posteriormente, el periódico se trasladó en sus operatividades a Santiago Capital, principalmente por el traslado de sus integrantes. Esto motivó nuevas invitaciones a muchas personas para participar, puesto que la ciudad ofrece más contactos y movilidades. Nuevas personas se acercaron, y esto permitió re-armarse como un colectivo. Logramos incluir una diseñadora gráfica, y un profesor de lengua que revisa (cuando está) todas las notas.
El Coyuyo publicó 15 números desde 2009 hasta noviembre de 2011. Después de muchos meses de ausencia, salió nuevamente en abril de 2012, anticipando en su tapa el Juicio Ético que se realizó en la UNSE por la contaminación de la cuenca Salí – Dulce. Posteriormente, en la tapa de mayo anticipaba la Megacausa, con un dossier de notas respecto de los primeros días del juicio a los represores, y una crítica a los medios provinciales sobre cómo trataron este tema. En julio era publicado nuevamente, esta vez con una nota hacia las autoridades de la Subsecretaría de Agricultura, en relación con despidos a técnicos.
Ése es uno de los problemas operativos a los que se enfrenta un periódico mensual: ¿cómo conseguir cierta “primicia” sin que pierda fuerza en ese mes de publicación? La respuesta se soluciona en el andar, no hay manuales para eso.
Otro problema es el modo de venta. Es imposible lograr una venta similar a los diarios monopólicos, porque en los puntos de venta (canillitas, kioscos) estos diarios están ya naturalizados en los lectores. Aquí, cada uno busca sus “puntos” de venta: llevar El Coyuyo a kioscos, verdulerías de barrios, universidad, y hasta algunos remiseros que acceden amistosamente a vender en sus remises. Habíamos pensado en “dejar” una gran parte del periódico en una distribuidora, lo cual asegura cierta distribución, pero no asegura la “recaudación”. ¿Por qué? Porque no estamos naturalizados en los lectores. Por eso, es muy importante la comunicación personal, vendiendo el periódico de mano en mano, una metodología similar a muchos jóvenes de partidos diversos. Esto es muy difícil de mantener cada mes, pues se trata de ir actualizando, no sólo las distribuciones, sino el dinero que debe “volver” para una nueva publicación.
El otro gran problema es que las imprentas en Santiago no quieren imprimir El Coyuyo, porque temen alguna represalia de sectores políticos dominantes. Esto nos obliga a imprimir fuera de la provincia. Aclaramos que no sabemos a quiénes “perjudica” el periódico; sencillamente, la salida de un periódico autónomo provoca ciertas rispideces, asunto que está por fuera de nuestras acciones como colectivo.

Asuntos por resolver

La tarea más importante que tiene un medio de estas características, es el gran problema de la democratización efectiva al interior del grupo que hace el periódico, que sigue siendo un aspecto difícil. Esto no se origina por las relaciones personales, sino por los tiempos de cada uno, las precarias herramientas y comunicaciones, los tiempos que nos proponemos concretar (un periódico mensual) y que nunca termina cumpliéndose de ese modo.
El compartir un ámbito en el que se hace público un lenguaje, también requiere el debate de ideas, y eso todavía no llega a darse en profundidad. Todavía hay muchos preconceptos y prejuicios entre quienes formamos el colectivo. Esto sucede un cualquier grupo, y es un aspecto que no debemos excluir. Lo importante es que venimos tratando, y de tratar de trata.
De lo que sí estamos seguros, es que no se puede vivir de la publicación de un periódico. Esto sigue siendo privativo de los monopolios. Por eso nuestra publicación es irregular en sus salidas, y depende pura y exclusivamente de lo que las/os compañeras/os venden y de sus propios tiempos. Docentes, estudiantes, amas de casa, periodistas, mamás, técnicos rurales, desocupados, trashumantes. Cada uno de nosotros labura en otra cosa, tiene familias, o viaja a gran distancia para trabajar, y sólo dedicamos una parte de nuestro tiempo para hacer El Coyuyo te Canta la Justa. De algún modo, todos hacemos de todo en el periódico. Si bien sería interesante que cada uno tenga un rol asignado, es todavía complicado lograr ese objetivo.
Los logros son importantes, porque podemos decir que el periódico comienza a tener cierta legitimidad social que antes no tenía. Su lenguaje también ha ido cambiando. Tratamos de evitar el tipo de periódicos partidarios o amarillistas, aunque a veces muchos lectores nos dicen que caemos inevitablemente en el sensacionalismo. Ante la muy frecuente pregunta de un “periodismo independiente”, podríamos contestar que no lo somos, o en todo caso somos autónomos. Ejercer la libertad de publicación, aportar ideas para el debate social, no intentar mostrar “verdades” sino mostrar situaciones sociales que no son publicadas en otros medios, nos permiten reflexionar que sí estamos instalados en una lucha discursiva muy interesante.
Pero no queremos enquistarnos con un periódico, sin más. Cada uno de nosotros tiende redes y contactos a otros sectores interesantes de lucha cultural y política. Colaboramos en la organización de talleres de formación política, hemos brindado talleres de periodismo popular en Córdoba, charlamos, acompañamos el reclamo por despidos laborales: buscamos construir otra cosa mientras hacemos El Coyuyo. Muchas veces no nos salen bien, sólo a veces se concretan.
Ninguno de nosotros es periodista (al menos con título). Por eso nos consideramos sacha-periodistas, que es un modo particular de concebirnos dentro del ámbito de la comunicación popular. Este concepto también se explica por una búsqueda de parámetros discursivos regionales, sin caer en regionalismos. Una forma de hacer periódico, recurriendo a nuestras propias tácticas de información, edición y publicación. Una forma de creer que no estamos haciendo mal las cosas. Y de convencernos a nosotros mismos de que hacer un periódico autónomo sí es necesario, sin depender de capitales confusos. Nos negamos tajantemente a ser un periódico “alternativo”, sino el ser un periódico serio que cuenta otras cosas. Nada más sencillo -y complicado- que eso.

[1] Una versión online de El Coyuyo te canta la justa puede verse aquí.