La Banda: su gente y sus prácticas; su urbanidad y la necesidad de una multitud

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Por Vanina Silvina Ferrero
Socióloga – Técnica en Información Económica y Social


“La urbanización tiende a afectar al conjunto de las actividades sociales, de las poblaciones

y de los espacios, es un fenómeno en vías
de generalización que afecta las formas y condiciones de vida,
las mentalidades y hasta las comunidades rurales, la ciudad está en todas partes
como un hecho de la sociedad” (Grafmeyer 1994, citado por Lamy)

Teniendo en cuenta que la sociología urbana se interesa en la organización inscripta en el espacio, y que su objeto de estudio son los procesos sociales inscriptos en un espacio determinado, la intención de éste trabajo busca interrogar el modo en que los elementos que constituyen de una manera determinada las relaciones entre actores, instituciones y grupos sociales que conforman a la ciudad como su entorno. Se postula como esencial el interés puesto en el conjunto de relaciones entre los espacios construidos por los mismos actores y la sociedad.
Ahora, si siguiendo a Lamy, podemos definir la sociología de lo urbano como “la observación, en un modo privilegiado, de las transformaciones sociales y económicas como resultado del proceso de modernización”, no cabe duda de que creemos posible cumplir nuestro objetivo, ya que la intención es justamente la que se define.
En lo siguiente, llevaremos a cabo un análisis de la ciudad de La Banda, como espacio, como territorio, pero también como agrupación de actores sociales y los símbolos que les pertenecen y que crean en su vivir diario. Se intentará un análisis de la construcción y creación de lo urbano cotidiano construido en el día a día, donde desde la interacción constante, la ciudad se convierte en un espacio producido y por ello en constante movimiento.
La ciudad de La Banda está en plena metamorfosis, lo que genera nuevas contrariedades, conflictos, singularidades. Singularidades que son la expresión de quienes hacen a ese espacio urbano, cada uno con su punto de vista único y particular, sus sueños, sus acciones, sus palabras.
Lo urbano no surge por sí solo, lo urbano se construye, es construido, y las ciudades representan esos fenómenos complejos multidimensionales que combinan múltiples elementos de la realidad social.
La Banda como ciudad, se debe a su historia, única, real, diferentes a todas y a la vez un tanto parecida. La Banda como ciudad cobijo a quienes hoy son enaltecidos como figuras ilustres que la representan y a quienes la historia tomó como los personajes que la hicieron. La Banda, como toda ciudad, inserta en un contexto al que pertenece pero del que también queda afuera, es hoy una ciudad moderna o premoderna.
Moderna no porque presente una fisonomía y elementos que griten su modernidad en relación a por ejemplo, lo tecnológico. No encontramos en ella medios de transportes como subtes, tren bala, etc., por el contrario, aún en esta materia podríamos decir que seguimos conservando la historia y trayéndola al presente. Por nuestra estación aun pasa el tren, con viajes semanales que les permite a muchos vivenciar su pasado, a otros construir su presente.
La Banda se volvió moderna porque evidencia las transformaciones que prácticamente se generalizan en todo el mundo. La Banda sufrió, gozó, vivió el tránsito de la ciudad antigua a la ciudad moderna porque en ella se transfiguraron las prácticas, costumbres y hábitos que identificaban a sus habitantes antaño. Cuanto cambio de ella, está a la vista. Desde su configuración como ciudad, su expansión territorial, el establecimiento de nuevos espacios, la creación de otros tantos, la desaparición de muchos de ellos.
Pero lejos de enumerar los cambios físicos, la intención es marcar que no solo su aspecto objetivo, palpable, mirable, observable ha cambiado en este devenir moderno. También cambió su gente, la gente, esa gente que también se volvió moderna.
Moderna en el sentido que es víctima y victimario a la vez, esa gente que es atravesada y que se deja atravesar por los cambios, por las innovaciones, que van desde los elementos que utiliza en su vida diaria hasta su forma de relacionarse con sus congéneres.
Esa gente ha cambiado sus prácticas, sus formas de relacionarse, sus formas de mirar al otro, ese otro con quien ya no se identifica, sino a quien ve como diferente. Ya no es el “hermano bandeño” el que camina por la misma vereda, es el otro, ese a quien no miro, no saludo, esquivo, lo paso chocando y no le pido permiso. Es ese otro a quien no ayudo si veo que lo necesita, ese otro que ya no me importa, porque yo a nadie le importo y esa es la regla del juego.
Yo cuido de mí mismo, no cuido a nadie porque nadie me cuida, porque La Banda, esa cuna de poetas y cantores dejo de ser, como tantas otras ciudades, la cuna de poeta y cantores que legitiman la solidaridad y la hermandad, para convertirse, en el simple reflejo de una configuración urbana, donde el individualismo se opone al sentido de la solidaridad, de la comunidad.
Es que habla de ella una urbanización descontrolada que la convirtió en una zona poblada con funciones, pero sin mecanismos de representación y articulación social, en este sentido hay al mismo tiempo, un crecimiento y un deterioro de sus elementos constitutivos.
Habla de ella un cambio social extraordinario, donde, como diría Marc Auge, “nunca se está seguro de la identidad de sus interlocutores”, situación que a la vez nos obliga a revisar el mundo para poder entenderlo. ¿Será que en verdad, el mundo en general y la ciudad de La Banda en particular, asisten a una invasión?[5]
La respuesta parece ser de tinte afirmativo, pero ésta sería la invasión de una nueva conformación que comienza en las practicas, en lo objetivo, en lo que se ve; pero que de manera casi invisible se cuela en lo subjetivo, entra en la vida social, en las relaciones sociales que establecen los actores sociales en el mundo de la vida de Schütz. Esa vida cotidiana, que es amplia en su esencia, es reconfigurada ante la presencia de nuevos hábitos, practicas y costumbres que la contaminan, la penetran y producen en ella el cambio. En definitiva, producen un cambio en su cultura, en el sentido de que las culturas no son instancias dadas, mas por el contrario, son producto de una historia, de luchas, de relaciones de fuerza.
La certidumbre es la de una crisis del sentido, de los símbolos y de las instituciones, de los objetos que la constituyen. Las condiciones de la simbolización han cambiado porque ha cambiado también su cultura.
Lo cierto es que habla hoy de la ciudad de La Banda, no solo la imagen que irradia, sino también la sensación de sus habitantes. Esa sensación de haber sido conquistados, pero sin saber por quién. Auge diría que “son las maneras de viajar, de mirar o de encontrarse las que han cambiado, lo cual confirma así la hipótesis según la cual la relación global de los seres humanos con lo real se modifica por el efecto de representaciones asociadas con el desarrollo de las tecnologías, son la globalización de ciertas cuestiones y con la aceleración de la historia”, y ciertamente, parece estar describiendo a nuestra ciudad, La Banda.
Asistimos a una coexistencia de la homogeneización y de los particularismos, la mirada se desconcierta en el espectáculo de una cultura que se disuelve porque cede, aunque mas no sea de manera obligada, el lugar a otra cultura, a otros elementos que la componen. La identidad bandeña se pierde junto con su historia, la actualidad, indefinible por cierto, es ésta, la que se nos presenta de manera indescifrable, inentendible.
En el mismo sentido, y porque la cuestión de la identidad se plantea siempre en relación con el otro, el cambio en la identidad de los bandeños, no es el cambio solo de los bandeños. El cambio, incluye aquí, una referencia exterior, a “lo otro” en relación con lo cual se identifican como ellos mismos, como seres interiores e idénticos al otro. El cambio se produce no solo en el interior de uno, sino también en uno en relación a los otros. Cambia lo que nos permite identificarnos con ellos y distinguirnos de ellos a la vez, ha cambiado el vínculo social, el sentido social de nuestras acciones.
Entonces, habla también de la ciudad de La Banda, un quiebre simbólico, una interrupción de la dialéctica identidad-alteridad [6], lo que no es característico solo de esta ciudad. La modernidad se da en toda la superficie del mundo.

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[5] Idea expresada por Marc Auge en “La guerra de los sueños”

Acerca de esto, Auge diría que “el desarrollo sin precedentes de los medios de comunicación nos da la sensación de que la historia se acelera. El desarrollo de los medios de transporte y de comunicación nos da la sensación de que el planeta se encoge; cada uno tiene su cosmología, pero cada uno tiene también su soledad”
Este proceso, dice presente en todas partes y sus caracteres representativos son el individualismo, la singularidad. Asistimos a una hibridación cultural[7], conformado por el traspaso o avance de una sociedad integrada por comunidades campesinas dispersas a una trama urbana mucho más amplia, donde todo es más heterogéneo y donde tiene gran influencia lo que pasa en el afuera.
Hoy, una gran ciudad es sinónimo de masividad, dispersión y anonimato. Es que entra en juego la violencia y la inseguridad, lo que lleva a buscar una intimidad domestica en encuentros confiables y formas selectivas de sociabilidad. “Hoy habitar las ciudades se ha vuelto aislar un espacio propio”, dice García Canclini.
La subjetividad se vuelve a un ámbito más privado y lo que prevalece en las calles, en los bares, en el supermercado, en el banco, es una falta de conciencia colectiva. La identidad bandeña ya no se encuentra en la ciudad ni en su historia. La cultura urbana se reestructura y a esta altura no es descabellado pensar en si el sistema cultural bandeño imperante hoy en día, no está presentando las dificultades de la gente para relacionarse con su territorio y con la historia misma de la ciudad.
Muchos bandeños elaboran su definición de identidad y cultura a partir de la experiencia fronteriza, ya que viven en lo intermedio, en la grieta entre dos mundos. Es el caso de los habitantes del barrio Mishky Mayu, quienes no se identifican ni con la ciudad de La Banda, (a la que territorialmente pertenecen) ni a la ciudad capital, (de la que la separa el Rio Dulce)
La ciudad de La Banda es hoy ese lugar donde todo se encuentra pero donde todo está mezclado. La cuestión es entender la dinámica propia de este re modelamiento de la sociedad y la forma en que se institucionaliza, la reorganización de los escenarios culturales y los cruces constantes de las identidades, la conformación de los sistemas de significados y las personalidades quebrantadas. La ciudad de La Banda se reinventa todos los días y “el simulacro pasa a ser una categoría central de la cultura, son productos híbridos, simulados”.[8]
Indudablemente, los bandeños estamos insertos en una “cultura de mezcla”[9] donde coexiste la historia bandeña con un enorme proceso de introducción de bienes, practicas, hábitos, discursos y demás aspectos simbólicos.

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[6] Ob, cit.
[7] Néstor García Canclini, “Culturas Hibridas”
[8] Ob.cit.
[9] Beatriz Sarlo. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920-1930. 1988.

Hay nuevos actores sociales que producen nuevas formas de subjetividades. Por ello, se considera que la perspectiva pluralista, que acepta la fragmentación y las combinaciones múltiples entre tradición, modernidad y postmodernidad, es indispensable para considerar la coyuntura bandeña.
La afirmación de lo local, de lo nuestro, debe concebirse ahora como la capacidad de interactuar con las múltiples ofertas simbólicas desde posiciones diferentes. Esto se plantea como necesario, porque las reconversiones culturales revelan que la modernidad que ha golpeado las puertas de La Banda, no es solo un espacio o un estado al que se ingresa por opción, mas por el contrario, es una condición que nos envuelve, sin pedirnos autorización.
¿Pero cuál es la salida ante la coyuntura que se nos presenta?
Coincidimos con quienes enfatizan que asistimos a una nueva forma de orden global, a la que la ciudad de La Banda no escapa. Hay nuevas transformaciones culturales generadas por las últimas tecnologías y por la producción y circulación simbólica. En este sentido, García Canclini afirma que “La expansión urbana es una de las causas que intensifica la hibridación cultural”[10]
La expansión urbana, es una realidad moderna, que mediante la transformación de sus aspectos más esenciales trae consigo innumerables dificultades. En este contexto, Hardt y Negri postularán a la multitud, concebida como “una red abierta y expansiva, en donde todas las diferencias pueden expresarse de un modo libre y equitativo, una red que nos proporcionan los medios de encuentro que nos permitan trabajar y vivir en común”[11]
Y es aquí donde deben establecerse las diferencias con conceptos que antaño puede que hayan significado una definición acertada a lo que se observaba. Hoy, no se puede hablar de pueblo bandeño, porque el pueblo es uno. En cambio la multitud es plural, la multitud se compone de innumerables diferencias internas que nunca podrán reducirse a una unidad, ni a una identidad única. En la ciudad de La Banda y en cada uno de sus barrios, hay diferencias de cultura, de raza, de etnicidad, de género, de sexualidad, diferentes formas de trabajar, de vivir, de ver el mundo y diferentes deseos. Tampoco se la podría llamar masa, porque la esencia de las masas es la indiferenciación, y los habitantes de la ciudad de La Banda no forman un conglomerado indistinto, uniforme.
Refirmamos lo adecuado del término multitud para definir la situación actual de los bandeños, porque creemos no estar equivocados cuando decimos que La Banda es hoy una multiplicidad social, que necesita comunicarse y actuar en común conservando sus diferencias internas.

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[10] Ob, cit.
[11] Heardt & Negri. Multitud.

La multitud bandeña se asemejaría así a “una red distribuida, donde los distintos nodos siguen siendo diferentes, pero todos están conectados, y donde además los límites externos de la red son abiertos y permiten que se añadan en todo momento nuevos nodos y nuevas relaciones”.[12]
No significa que se intente aniquilar las diferencias, por el contrario, lo que se busca es que esas diferencias internas de la multitud descubran lo común que les permita comunicarse y actuar de manera mancomunada. Pero no se debe dejar de lado que lo común no se descubre, sino que se produce, se construye. Con lo común no nos referimos a buscar lo común en el pasado, sino a regresar al pasado para encontrar en ello lo nuevo, aquello que nos permita una evolución nueva. En este sentido, se aspira a que se dé en la ciudad de La Banda una nueva formación de la clase global emergente, la multitud, una multitud compuesta por un conjunto único de singularidades.
“La multitud designa a un sujeto social activo, que actúa partiendo de lo común, de lo compartido por esas singularidades. La multitud es un sujeto social internamente diferente y múltiple, cuya constitución y cuya acción no se fundan en la unidad ni en la indiferenciación, sino en lo que hay en común”.[13]
Desde este espacio, se plantea como necesario el papel activo de la multitud en la sociedad bandeña, ya que se considera este como el “único sujeto social capaz de realizar la democracia, es decir, el gobierno de todos por todos”.[14]
Lo esencial es no perder la identidad, y en esto es necesario tener presente que el pasado vuelve a crear, es el gran otro histórico desde donde se puede afirmar una identidad presente. La cultura no implica incompatibilidad, las culturas solo continúan viviendo al transformarse, al presentarse como receptivas de las influencias externas. Sin embargo, de mayor importancia es saber qué hacer con esas influencias. Es en este sentido que afirmamos que las innovaciones culturales no son incompatibles con una pujante afirmación de identidad.
Hay una relación necesaria entre cambio cultural y afirmación de identidad. Ambas son construcciones, son procesos que tienen como actores principales a los actores sociales que las crean, que las portan.
Marc Auge diría que “No puede haber afirmación de identidad sin una redefinición de las relaciones de alteridad y no puede haber una cultura viva sin creación cultural”[15].
Por ello, referirse al pasado de los bandeños, seria en sí mismo un acto de creación de su cultura, que en última instancia permitiría a sus habitantes, encontrar lo común dentro de las diferencias emergentes. Solo de éste modo la multitud bandeña, sin borrar las singularidades, podrá realizar la democracia en su sentido más amplio.

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[12] Ob, cit.
[13] Ob, cit.
[14] Ob.cit.
[15] Ob, cit.