Por María Isabel Barbarán |
Docente Ucse – maribarbaran@hotmail.com |
La fotografía iniciada con el daguerrotipo (1839) abre su camino bajo la idea de distinguirse de la pintura con técnicas y estilos propios. Ocupa en nuestros días los espacios más destacados de los medios gráficos y da sentido a cualquier registro verbal que el medio pretende manifestar. La desmedida difusión de imágenes como necesidad en cualquier formato o soporte comunicacional que marca nuestra cotidianeidad, define una actividad que cada día fue aumentando su perfeccionamiento, su dedicación, su estudio, su aplicación, su evolución y con ello también su “uso” en diferentes y variados entornos. Cuando hacemos referencia a “usos” de algo, nos acercamos a pensar en un producto que nos sirve en situaciones particulares, que presenta una función, que tiene una utilidad, es decir podemos pensar en ese algo como una mercancía que circula para satisfacer alguna necesidad, que en este caso puede ser el mensaje mismo que le otorga sentido. Tal cuestión es la que el trabajo pretende dilucidar, de qué manera la fotografía, y más aún el fotoperiodismo, ocupa un lugar social, posee un “uso” colectivo e influye en determinados modos de hacer y de pensar, condicionada en muchos casos por el epígrafe o texto que le proporciona su anclaje o la re-significa. Durante el desarrollo se pondrá de manifiesto algunos dilemas éticos que hoy en día se generan a partir de poder establecer el límite entre la libertad de información y el respeto a la dignidad de la persona. Para ello, en primer lugar se presentará un avance socio-histórico que permita ubicar y posicionar a la fotografía como imagen perenne, para luego focalizar el protagonismo y función social de la fotografía como texto cultural generadora de significaciones y conflictos institucionalizantes. Evolución y trascendencia de la fotografía El daguerrotipo, el 19 de agosto de 1839, fue el proceso que marcó los comienzos de la fotografía. Este permitió fijar la imagen de la cámara obscura por la acción de la propia luz. Cabe mencionar que existieron anteriormente otros procedimientos que ya se acercaban a lograr un registro visual pero no aún permanente ni transportable. Aún habían de pasar cuarenta años hasta que las fotografías hicieran acto de presencia en las páginas de los libros y periódicos, lo que ocurrió mucho antes de que el cine y la televisión hicieran de la imagen algo cotidiano.(1 ) Cuando la fotografía inicia su actividad un grupo de fotógrafos británicos querían que sus obras recibieran el mismo trato que el arte de su tiempo. Aspiraban al reconocimiento popular y al derecho a colgar sus fotografías en las exposiciones al lado de las pinturas(2). Entre los años 1850 y 1870, las discusiones rondaban en decidir si la fotografía era arte o ciencia (¿acaso algo parecido sucede en nuestros días al debatir si la fotografía digital es arte o solo un producto resultado de los avances tecnológicos?). La aparición de nuevos avances técnicos, como la cámara portátil y la película en rollo, ofrecieron a los aficionados la oportunidad de influir en la marcha del medio. (Pues desde entonces podríamos presumir que la fotografía ya sufría manipulaciones como recurso o medio para comunicar o mostrar algo). De este modo originaron una obra mucho más interpretativa y naturalista que forzó al movimiento artístico a derivar hacia el pictorialismo(3). Durante el desarrollo de este estilo, en la imagen importaba menos el contenido que su atractivo estético. La armonía y el equilibrio fueron los medios para unificar los elementos de la imagen. Se evitaron los temas feos y mundanos y el detalle es frecuentemente reemplazo por la difusión y manipulación del tono. El pictorialismo fotográfico se desarrolló durante los años 1880 y finales de 1920, fue un movimiento donde los artistas pudieron expresar su personalidad y su talento. La tendencia general apuntaba hacia un trabajo más objetivo, aunque no rigurosamente realista(4). Aquí aparece el término objetivo bajo la idea de pensar a la fotografía como fiel representación de la realidad fotografiada. Así lo sostiene Roland Barthes en su texto sobre El mensaje fotográfico (5): “si bien es cierto que la imagen no es lo real, es por lo menos su análogo perfecto, y es precisamente esa perfección analógica lo que, para el sentido común, define la fotografía”. Esto sería ya un punto de partida para pensar que la fotografía en sí misma no es generadora de conflictos éticos, pues la imagen es desde un análisis denotativo una reproducción directa de la realidad que se detuvo mediante un proceso físico-químico (o digital). Pensemos, entonces, desde un nivel connotativo lo que puede provocar como mensaje una imagen fotografiada (no fotográfica). A partir de 1920 la fotografía objetiva o nuevo realismo rompió la forma más radical con el pictorialismo. Una serie de fotógrafos prestaron atención a las nuevas tendencias del arte moderno y se dedicaron a realizar imágenes realistas y rigurosamente detalladas. Las imágenes no habrían de tener ningún tipo de difusión ni ser manipuladas durante su positivado, porque de lo que se trataba era precisamente de potenciar sus cualidades fotográficas: riqueza tonal y rigor extremo en la reproducción del detalle. Estas ideas de tomarse la fotografía para un registro de motivos “corrientes”, supuso en aquella época una auténtica revolución6 (al parecer la misma revolución que provoca en nuestros días la crudeza o transparencia de cualquier fotografía). Muchos fueron los estilos fotográficos que se fueron sucediendo hasta nuestros días, el dinamismo, el estructuralismo y simbolismo, el dramatismo y romanticismo, el surrealismo, entre otros fueron marcando a lo largo del tiempo conceptos, técnicas y modos diferentes de registrar motivos. Pero quien verdaderamente condiciona y transforma el motivo fotografiado es el mensaje que desde la propia subjetividad puede significar una imagen. Dice Roland Barthes: “Aparece así la característica particular de la imagen fotográfica: es un mensaje sin código, proposición de la cual es preciso deducir de inmediato un corolario importante: el mensaje fotográfico es un mensaje continuo”(7) La fotografía, analogía o paradoja ética “De todas las estructuras de información, la fotografía sería la única que está exclusivamente constituida y ocupada por un mensaje, que agotaría por completo su ser”, plantea Roland Barthes(8). El autor sostiene que el mensaje denotado que nos lleva a describir literalmente una fotografía siempre conlleva una inevitable connotación, pues es la lengua la que nos permite dicha descripción y por lo tanto esta se ve condicionada culturalmente. Consecuentemente dice Barthes: “describir no es tan sólo ser inexacto o incompleto, sino cambiar de estructura, significar algo distinto de lo que se muestra” (9). Es preciso poner a consideración (por su certeza) el pensamiento de Roland Barthes; “La paradoja fotográfica sería entonces la coexistencia de dos mensajes, uno sin código (lo análogo fotográfico) y el otro con código (el tratamiento o la retórica fotográfica). Estructuralmente, la paradoja no es la colusión de un mensaje denotado y de mensaje connotado: esa es la característica probablemente fatal de todas las comunicaciones de masa. Lo que sucede es que el mensaje connotado (o codificado) se desarrolla en este caso a partir de un mensaje sin código. Esta paradoja estructural coincide con una paradoja ética cuando queremos ser, nos esforzamos por copiar minuciosamente lo real como si lo analógico fuera un factor que se resiste a la incorporación de valores (esta es, al menos, la definición del estético). ¿Cómo la fotografía puede ser al mismo tiempo y contener valores, natural y cultural?” La fotografía permite que el fotógrafo oriente su mirada y seleccione su escena a captar. Pero aún así no tiene el dominio ni la decisión final de un posterior análisis. Sobre esto actúa una gran “fuerza” el texto. “El texto constituye un mensaje parásito, destinado a connotar la imagen, es decir, a uno o varios significados secundarios. En otras palabras, y eso representa un vuelco histórico importante, la imagen ya no ilustra la palabra; es la palabra que, estructuralmente, es parásita de la imagen”.(10) En este sentido debemos pensar que la palabra que nos estructura y nos constituye es también la que problematiza nuestras opciones o decisiones en lo particular y en lo cotidiano. Continúa Barthes: “Hoy en día el texto hace más pesada la imagen, le impone una cultura, una moral, una imaginación; antes había una reducción del texto a la imagen, hoy, una amplificación de una a otra: la connotación ya no se vive más que como la resonancia natural de la denotación fundamental constituida por la analogía fotográfica. Nos encontramos pues frente a un proceso caracterizado de naturalización de lo cultural”(11). Debemos creer que el hombre moderno está socialmente condicionado por su momento socio-histórico, por lo tanto la significación que puede tener la lectura de una fotografía es colectiva, tiene una función social dependiente de su contexto. La fotografía significa de acuerdo o en relación a la cultura en la que se produce y en la que se percibe; “la fotografía se verbaliza en el momento mismo en que se percibe”(12). Un medio de comunicación gráfico necesita de la imagen fotográfica para re significar o complementar lo que dice, pero es el medio (o periodistas, editores) los que orientan el significado del mensaje visual. El fotógrafo sólo captó ese momento que fue, registró ese instante decisivo, tal se refiere Henri Cartier- Bresson en su libro que tituló “El momento decisivo” (1952). Bresson habla del momento que es fotografiado, como ese momento que ha muerto. La relevancia de ese instante cobra sentidos diferentes según públicos diferentes, pero verdaderamente el momento fue único e irrepetible y quizás el fotógrafo es el único capaz de comprenderlo. Retomando a Barthes, pensemos su reflexión: “La connotación proveniente del saber es siempre una fuerza tranquilizadora: al hombre le gustan los signos, y le gustan claros. El problema de la connotación ideológica (en el sentido amplio del término) o ética, que introduce en la lectura de la imagen razones o valores. Se trata de una connotación fuerte, exige un significante muy elaborado, casi diríamos sintáctico: encuentro de personajes, desarrollo de actitudes, constelación de objetos. Podría entonces imaginarse una suerte de ley: cuanto más directo es el trauma, tanto más difícil la connotación; o bien, el efecto de una fotografía es inversamente proporcional a su efecto traumático”.(13) Pensemos en la connotación como una actividad hábil de integrar al hombre, y por tanto de definir un tipo de sociedad. Codificar una imagen permite a la vez la comprobación misma del hombre como tal y a su vez probarse desde una razón y una libertad. Por lo tanto el fotoperiodismo, desde su conformación, codifica un modo de ser y de actuar de una sociedad, establece sus propios límites y quizás también los justifica desde su connotación, provoca reacciones opuestas, dualidades conscientes o inconscientes. Por ello se habla de que la fotografía se desarrolla como una paradoja: la que hace de un objeto inerte un lenguaje y transforma la incultura de un arte, en la más social de las instituciones.14 Dilemas éticos se generan desde instancias de connotación pues la fotografía en sí misma es una analogía de la realidad fotografiada. La prudencia puede ser una manera de enfrentar cada instante de significación buscando el equilibrio en el accionar mismo, más allá del resultado. La historia detrás de la foto es algo que no se puede saber con sólo ver la imagen, esa ausencia también afecta el contenido. Por lo tanto ¿cuál sería la ética detrás de ese contenido? Consideraciones finales: prudencia y responsabilidad Todo acto social instala en nosotros ciertos criterios que determinarán nuestras conductas o comportamientos. La comunicación es un acto social, tal lo manifiesta Habermas en “La ética comunicativa”, en toda comunicación se presuponen las bases de un comportamiento justo y correcto.(15) Puesto que la fotografía es un medio o lenguaje en tanto comunica ya sea por analogía o de modo referencial sobre algo, incide como acto que provoca en nosotros una reacción. La imagen es producto de nuestra cultura por lo tanto nos constituye, y como tal tiene cierta función regulatoria sobre nuestros modos de convivencia. Si la fotografía es lenguaje, debemos pensar desde ese lugar, el lenguaje es una condición de la convivencia. Para que haya convivencia debe existir responsabilidad como valor primero y consciente, y sólo la prudencia nos posibilita tener sentido de los límites, de lo que nos está permitido hacer. Actuar con responsabilidad y prudencia nos permitirá resolver dilemas morales de manera óptima, dicha capacidad se ve sesgada por normas socialmente cambiantes, en tanto el proceso moral se conforma desde afuera por leyes, principios, criterios que construyen un entramado propio. Es ahí donde podríamos ubicar también a la fotografía, como un entramado de realidades configurada de manera objetiva pero desentrañada subjetivamente. Los medios que “usan” la imagen fotográfica deberían medir límites en sus formas de expresar o evidenciar representaciones o ¿somos los lectores los que establecemos nuestros propios niveles de análisis (denotando o connotando) sin fijar prudencia y responsabilidad que marquen límites justos? Respetar la dignidad humana (la propia y la ajena) sería el valor ético que delimite nuestra conciencia moral. El trabajo en su desarrollo muestra fotografías con hipotéticos epígrafes que complementan la imagen, ¿qué análisis hizo el lector de cada imagen? Pero, más aún ¿qué análisis hará cuando posteriormente continúe observando las mismas imágenes con textos diferentes? ¿Podríamos entonces fotografiar con responsabilidad y prudencia una realidad construida según memoria y principios individuales? ¿Podríamos significar una fotografía descontextualizando su momento trans-histórico que la produce? ¿Podemos desvincular a la fotografía misma de su intención comunicativa real o imaginada? ¿Podemos pensar a la fotografía desde una consciencia moral en cuanto refleja una paradoja ética? Notas 1 Langford, Michael; “La fotografía paso a paso”, Hermann Blume Ediciones, Madrid, 1992, 11° reimpresión, p.8 Bibliografía Langford, Michael; “La fotografía paso a paso”, Hermann Blume Ediciones, Madrid, 1992, 11° reimpresión. |